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De: ♥Cherry♥ (message original) |
Envoyé: 06/03/2011 16:35 |


Día litúrgico:
Domingo IX (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 7,21-27): En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el
reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.
Aquel día muchos me dirán: ‘Señor, Señor, nosotros hablamos en tu nombre, y en
tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros’. Pero yo
les contestaré: ‘Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, malhechores!’.
»Todo
el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que
construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron
los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la
roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un
tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y
soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!».
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
La voluntad de mi Padre celestial
Hoy notamos que Jesús exige no solamente escuchar su
palabra, sino —y sobre todo— adherirnos coherentemente a ella. Así, dice Él,
«entrarán en el reino de los cielos (...) solo los que hacen la voluntad de mi
Padre» (Mt 7,21). Jesucristo puede exigir personalmente tal cosa porque Él mismo
es Dios, el Hijo de Dios.
Que nuestra fe se ha de vivir «con obras y de
verdad» (1Jn 3,18) es algo que se ha predicado desde los inicios en el
cristianismo. Pero el Papa Benedicto, en su encíclica "Spe salvi" lo recordaba
—podríamos decir— con un lenguaje moderno: el mensaje cristiano no solamente es
una cuestión “informativa”, sino que es y debe ser una realidad “performativa”.
«Esto significa que el Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se
pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la
vida».
«Nunca os conocí» (Mt 7,23): ¡Dios nos libre de tener que escuchar
algún día estas palabras tan severas! Nos conviene prestar atención a un hecho
que, de entrada, puede causarnos sorpresa: Jesucristo se siente directamente
afectado por nuestra respuesta (o “no respuesta”) de fe; Él hace de ella una
cosa personal. Y no es para menos: el cristianismo no es una ideología, ni un
simple programa ético, sino y sobre todo un encuentro personal con Alguien. En
esta misma línea, Juan Pablo II afirmaba que el fundamento de la moral cristiana
consiste precisamente en el seguimiento de Cristo.
Es muy oportuna la
imagen del hombre que «construyó su casa sobre la arena»: hombres sin razón,
hombres derrumbados! (cf. Mt 7,26-27). Una sociedad sin Dios (o que, en la
práctica, se aleja de la ley de Dios) es una sociedad encallada porque le falta
el “motor” de la esperanza. Cuando el hombre se aleja de Dios, el hombre se
aleja también del hombre. En cambio, es «feliz el hombre (…) que pone su amor en
la ley del Señor (…). Es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su
fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas» (Sal
1,1-3).


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Una sociedad sin Dios (o que, en la práctica, se aleja de la ley de Dios) es una sociedad encallada porque le falta el “motor” de la esperanza. Cuando el hombre se aleja de Dios, el hombre se aleja también del hombre. En cambio, es «feliz el hombre (…) que pone su amor en la ley del Señor (…). Es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas» (Sal 1,1-3).
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