A guevar vi quexarse tal que me puso en manzilla, y en vivas llamas quemarse, como quien hizo capilla para en ella sepultarse; y el secreto mal de amores, de penas y disfavores no podiendo más sofrir, comienza luego a decir: Livianos son los dolores que el seso puede encobrir.
Y vi luego a Juan de Mena de la edad que amor sintió, con aquella misma pena, como cuando lo encantó el Amor en su cadena, y de tal llaga herido que le privaba el sentido; y así estaba trasportado, diciendo como olvidado: ¡Ay dolor del dolorido que non olvida cuidado!
Don jorge Manrique andaba con gran congoxa y tormento, de pensar no se hartaba pensando en el pensamiento que pensar más le agradaba, diciendo entre sí consigo: Siempre seré mi enemigo, pues en darme me perdí, mas si yo mismo me di, no sé por qué me fatigo pues con razón me vencí. A Sant Pedro preso vi, que dezía muy sin pena:
Manzilla no hayáis de mi, que aquesta gruesa cadena yo mismo me la texi. Y tornaba con dolor: ¡Oh cruel, ingrato amor, lleno de rabia mortal! ¡Oh viva muerte y gran mal, tenémoste por señor, y tu galardón es tal! (...)
Vi venir a Cartagena, diciendo con pena fuerte: Ved qué tanto amor condena, que aun no me pudo la muerte libertar de su cadena. Y dezía con pasión: Para mi hobo conclusión, mas no para mis dotores; ved cuánd fuera de razón va la ley de los amores: ser los ojos causadores y que pene el corazón.
Vi también andar penando el Vizconde de Altamira, en amores contemplando; de rato en rato sospira, muy a menudo hablando, diciendo con tran tristura: Habed un poco mesura, no me deis ya más cuidados, que bien bastan los pasados, señora de hermosura, guia de los desdichados.
Vi a don Luis arder, su hermano, en llamas de amores, que sus gracias y saber, ni sus muy altos primores, le pudieron socorrer; del todo desesperado pero no desamparado, segúnd su dicho se esmera, diciendo desta manera: Si no os hobiera mirado, pluguiera Dios que no os viera...
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