“ Entonces se le acerco la madre de los hijos
de Zebedeo con sus hijos, postrándose
ante él y pidiéndole algo, El le dijo: Qué
quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino
se sienten estos dos hijos
míos, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Mateo 20:20,21.
Mi mayor inconveniente y problema no está
fuera de mí, sino dentro de mí. Cada día ese
mayor problema se quiere sublevar y exigir
derechos y buscar el primer lugar. Ese mayor
inconveniente soy yo mismo. Mi ego quiero el
primer lugar, el primer reconocimiento y la
primera bendición. Hoy no quiero tomar ese
sendero, porque aunque parece satisfactorio
en el primer instante, a la larga me deja una
nota amarga en el gusto de mi propio corazón.
No quiero mi propio lugar, sino el lugar
que merece el Señor y el lugar que le corresponde a otros.
Hoy necesito el tratamiento del Señor cada vez
que mi ego quiera exigir su lugar por encima de
la voluntad del Señor y el lugar de otros.
El tratamiento del Señor es lo único que
sujeta y coloca mi ego en el
lugar correcto, porque Soy como Jacobo y Juan.
Señor, yo me comparo con otras personas
en función de lo que pueden hacer por mí,
cómo pueden adelantar mi programa: alimentar
mi ego, satisfacer mis necesidades y darme
ventaja estratégica. Yo exploto a la gente,
manifiestamente por tu causa, pero realmente,
a favor de la mía. Señor, yo acudo a ti para
conseguir el camino interno y obtener
favores especiales: tu dirección para mis
programas, tu poder para mis proyectos,
tu aprobación para mis
ambiciones, tu cheque en blanco para lo que yo quiero.
Soy como Jacobo y Juan y por ello necesito tu tratamiento.
La miseria más grande de un ser humano
comienza cuando buscamos nuestro propio
lugar, nuestra propia ventaja y nuestra propia
aprobación. Hoy, es un día muy especial,
porque al hacer la voluntad de Dios y servirle
a él, dejando a un lado todo aspecto
mezquino y egoísta, entonces la vida adquiere
otro sentido, el sentido de la obediencia,
de la voluntad del Padre y la satisfacción
de los otros. De egoísmos esta lleno el mundo,
pero ese mismo mundo esta
sediento de humildad, amor y genuino compañerismo.
Hoy ya no quiero ser como Jacobo
y Juan, sino como tu quieres que yo sea, Señor. Amén.
Dr. Serafín Contreras Galeano
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