No todas las Criaturas de la Noche pertenecen al género masculino. Cuando el hombre logró desarrollar la capacidad de concebir aquellos horrores que se agitaban en su interior, los imaginó, naturalmente, con un rostro femenino.
Así, el enigma de lo "Femenino" pasó a poblar las sombras del crepúsculo; la mujer fue investida con la máscara de una naturaleza violenta, voraz. La sexualidad, en apariencia insaciable, de la mujer, tejió en la imaginación del Hombre toda clase de pesadillas; y aquel tímido Ser, con el cual nuestros ancestros compartían el austero lecho, adquirió en la Penumbra una renovada vitalidad.
Desde entonces; algunos de nosotros hemos aprendido a no temerles; sino a escucharlas. No podría decir cuántas noches fui reconfortado con la presencia de tan temidas y despreciadas Damas. Cuando el resto de la casa se hundía en el más absoluto silencio, cuando todo era un escenario de sombras informes, desde mi biblioteca acudían hasta mi lecho: fantasmas de rostros pálidos envueltos en raídas túnicas de terciopelo blanco, cuyos lívidos dedos jugaban con mis cabellos, mientras sus fríos labios susurraban en mis oídos los laberintos del infortunio.
El Sueño no fue desvaneciéndose con los años; aún habitan los rincones de mi biblioteca; aún hoy acarician mi rostro en la íntima soledad de mi habitación; y sé que no me abandonarán.
Espero que sepas perdonar, paciente lector, mi absoluta falta de talento al narrar las historias de estas olvidadas Damas.