Cuando amas de verdad
No es la naturaleza la causa del sufrimiento, sino el corazón del hombre lleno de deseos y de miedos que le inculca su "programación" desde la mente.
La felicidad no puede depender de los acontecimientos. Es tu reacción ante los acontecimientos lo que te hace sufrir. Naces en este mundo para renacer, para ir descubriéndote como un hombre nuevo.
La atracción que brota de nosotros no es amor. Eso que llamamos amor es un gusto por si mismo, un negocio de toma y da, y de condicionamientos:
"tanto como me ames te amaré". Es una dependencia, una necesidad de lograr una felicidad que nos reclama desde dentro (porque nosotros somos felicidad y hemos nacido para ser felices), pero nuestra propia inseguridad hace que la reclamemos al exterior y lo hagamos con exigencias, compulsivamente y con miedo de que se escape. Lo manifestamos con un deseo de posesión, de controlar al otro, de manipularlo, de apegarnos a él, por la ilusión de creer que, sin él, ya no podemos ser felices.
El amor de verdad es algo no personal, pues se ama cuando el yo programado no existe ya. Esforzarme por ver como eres tú y comprenderte y aceptarte, tal cual eres: eso es el amor. Esto no excluye que tenga preferencias. Yo prefiero la relación con personas determinadas porque esa relación es más gozosa, pero esa preferencia ha de dejarme libre para gozar con la amistad de los demás...Abrirte a todas las personas y a la vida.
Y cuando amas, no hay nada más fácil que perdonar a las personas que todo el mundo rechaza y no porque no veas sus fallos, sino precisamente porque los ves como realmente son, de donde proceden y como se parecen a los tuyos, que ya tienes aceptados.
Aceptas también no tener razón, escuchando las razones de los demás con interés. Y, sobre todo, sabes responder al odio con amor, no porque te esfuerces en ello, sino como milagro de la comprensión del amor verdadero, que ve a la persona tal cual es.
Estas son las tres señales de estar despierto: Perdonar, aceptar y responder ante todo con amor.
"¡Cuánto tendríamos que aprender si pudiéramos pasar una hora o veinte minutos, con el yo que seremos! ¡Cuánto tendríamos que decirle al yo que fuimos!"
Richard Bach