El fracaso es demora pero no derrota. Es desvío transitorio, no un callejón sin salida.
William Arthur Ward
Cuando necesito ayuda para ser una buena madre, recuerdo a mi mamá y a mi abuela, mujeres que sembraron semillas de sabiduría en mi alma, como un jardín secreto, para que florecieran incluso en el mas crudo invierno.
Un día especialmente difícil llegue a casa para encontrar un segundo aviso no tan amable en la cuenta del gas, y mis tres hijos desolados.
Tommy, de once años, sufría por su corte de cabello. “Mi profesor se llevo mi gorra porque dice que los caballeros no usan sombreros en los edificios”. Había soportado comentarios como “calvito” y “cabeza rapada” todo el día, me dijo, mientras ocultaba su cabeza entre las manos.
Lisa había llegado a las finales del concurso de ortografía de su curso, pero había perdido por la palabra temeroso. No se me escapó la ironía.
Jenni, estaba en primer grado, había sido castigada por su risa nerviosa cuando tuvo que leer, y luego se habían burlado de ella por tartamudear en una frase.
“Bueno chicos, lo que tenemos aquí es una serie de fracasos. ¡Celebremos!” La sorpresa los saco de su melancolía y me observaban atónitos. Continúe hablandoles: ‘Mi abuela Towse solía decir, “Aprendamos más de nuestras fallas que de nuestros éxitos. Cuanto más curtida una persona por sus problemas, más lejos llegara’. Vamos a comer pizza para celebrar nuestra primer fiesta de fracasos”.
Esto condujo a muchas fiestas de fracasos, y aprendimos a buscar en nuestras tragedias algo que pudiéramos celebrar en lugar de padecer por lo que habíamos sufrido.
Espero haber sembrado semillas en el alma de mis hijos, recogidas de la sabiduría de las mujeres que me antecedieron, para que las rieguen en sus propios jardines algún día.
Fuente: Judith Towse-Roberts, Sopa de Pollo para El Alma de la Madre.
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