Jesús celebra la Pascua rodeado de los suyos.
Todos los momentos de esta Última Cena reflejan la Majestad de Jesús,
que sabe que morirá al día siguiente, y su gran amor y ternura por los hombres.
Jesús encomendó la disposición de lo necesario a sus discípulos predilectos:
Pedro y Juan.
Los dos Apóstoles se esmeran en los preparativos.
Pusieron un especial empeño en que todo estuviera perfectamente dispuesto.
Jesús se vuelca en amor y ternura hacia sus discípulos.
Es una cena testamentaria; es una cena afectuosa e inmensamente triste,
al tiempo que misteriosamente reveladora de promesas divinas,
de visiones supremas.
Lo que Cristo hizo por los suyos puede resumirse en estas breves palabras de San Juan:
los amó hasta el fin (Juan 13, 1).
Hoy meditamos en ese amor de Jesús por cada uno de nosotros,
y en cómo estamos correspondiendo: en el trato con Él, en los actos de desagravio,
en la caridad con los demás, en nuestro amor a la Eucaristía...
Jesús realiza la institución de la Eucaristía,
anticipa de forma sacramental –Lucas 22, 19-20:
“mi Cuerpo entregado”... “mi Sangre derramada”
– el sacrificio que va a consumar al día siguiente en el Calvario.
Jesús se nos da en la Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad,
acompañar nuestra soledad y como un anticipo del Cielo.
Jesús, aquella noche memorable,
dio a sus Apóstoles y sus sucesores, los obispos y sacerdotes,
la potestad de renovar el prodigio hasta el final de los tiempos:
Haced esto en memoria mía (Lucas 22, 19; 1 Corintios 2, 24).
Junto con la Sagrada Eucaristía instituye el sacerdocio ministerial.
Jesús se queda con nosotros.
Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario.
Esta tarde-noche, cuando vayamos a adorarle en el Monumento,
nos encontraremos con Él que nos ve y nos reconoce.
Le contaremos lo que nos ilusiona y lo que nos preocupa y le agradeceremos
su entrega amorosa. Jesús siempre nos espera en el Sagrario.
Jesús habla a sus Apóstoles de su inminente partida,
y es entonces cuando enuncia el Mandamiento Nuevo,
proclamado, por otra parte, en cada página del Evangelio:
Este es mi mandamiento:
que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Juan 15, 12).