¡OH
CRISTO!
»Ya
no hay un dolor humano que no sea mi dolor; ya ningunos ojos lloran, ya
ningún alma se angustia sin que yo me angustie y llore; ya mi corazón es
lámpara fiel de todas las vigilias, ¡oh, Cristo! »En vano busco en los
hondos escondrijos de mi ser para encontrar algún odio: nadie puede herirme
ya sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos, ¡oh,
Cristo!
»¡Que importan males o bienes! Para mí todos son bienes. El
rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas. ¿Rosas de pasión?‚ ¡Que
importa! Rosas de celeste esencia, purpúreas como la sangre que vertiste por
nosotros, ¡oh, Cristo!»
Amado Nervo
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