Tiene que haber un día
en que le digamos a la otra persona
“no nos enojemos”
tratemos de cuidar lo que tenemos
preservarlo, atenderlo, acariciarlo.
Debe de haber un día
para cada uno de nosotros
en que estas cuestiones se hagan realidad
y no ceder ante la imposición de la soberbia
para que al fin, no nos sintamos solos,
para tener nuestro lugar en este mundo,
para sentir que estamos vivos y satisfechos
y que el fino hilo del que pende la felicidad
se haga cada vez mas sólido e importante
Y nos alegremos con eso.
Debe de llegar ese día,
debe, para todos nosotros;
porque si eso no ocurriese
pasaríamos como sombras
al costado del camino
que transitan sin pisar el suelo,
anunciando sus presencias infecundas,
y mostrando sus caras mas oscuras:
el vacío y la ausencia.