Afectos desordenados
1. Siempre que uno desea algo fuera de orden,
inmediatamente pierde la tranquilidad del alma.
Los orgullosos y los codiciosos nunca están tranquilos,
mientras que los humildes y los pobres de espíritu vivien
en una paz muy grande. Un hombre que todavía no está
bien mortificado interiormente, es fácilmente tentado
y vencido de cosas pequeñas y bajas. Un hombre de
alma débil, y en alguna manera todavía carnal e inclinado
a las cosas sencibles a duras penas puede contener
totalmente los deseos terrenales. Por eso se entristece
con frecuencia cuando huye de ellos, y fácilmente
se enoja cuando alguno le hace resistencia.
2. Mas cuando consigue lo que quería, luego luego le
remuerde la conciencia; porque se dejó arrastrar de
sus pasiones, cosa que en nada le ayuda para alcanzar
aquella paz que perseguía. De manera que la paz
verdadera del alma no se consigue cediendo a las
pasiones, sino resistiendoles. Por eso, no está en paz
el alma del hombre carnal, ni tampoco la del hombre
entregado a las cosas exteriores; pero sí está la del
hombre fervoroso y espiritual.
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