¿QUÉ HAREMOS EN EL DÍA DIFÍCIL?
Sucede algo insólito. Alberto y Mario,
dos hombres que ni se conocen, al comenzar su día, sufren exactamente
las mismas peripecias.
Salen de sus casas para ir a los
respectivos locales comerciales. Otra vez tienen problemas con el
arranque del auto. No hay caso. Hay que desistir de este medio de
locomoción. A tomar el ómnibus...
Como ya ha sucedido otras veces, al
dar los primeros pasos en la calle, perciben un olor nauseabundo que
los acompaña. Luego de mirar desconfiadamente a los demás transeúntes,
reconocen que la repugnante fragancia viaja en sus zapatos. ¡Oh sí! Otra
vez ha sucedido: el perro del vecino. Supongo que comprenderás (quizá
por propia experiencia).
Luego de deshacerse de ese regalo de
la naturaleza, van a subir al micro. Para seguir sumando, se encuentran
con el hecho de no contar con monedas. Los respectivos conductores de
los ómnibus, fieles al reglamento, no les permiten viajar si no poseen
las monedas correspondientes.
Por lo tanto, no hay más remedio que
gastar los últimos pesos en el taxi. Igualmente, a primera hora, vendrán
algunos clientes a pagar viejas deudas. Éste es un día donde se
cobrará un dinero que se está necesitando más que nunca. “Con la plata
en la mano, todo se olvidará”, es lo que ambos suponen.
Logran
llegar a sus comercios. Empiezan a llamar los clientes que,
supuestamente, venían a pagar. Cada uno se va excusando. Todos tienen
excelentes razones para postergar el cumplimiento de sus compromisos.
Alberto, ya harto por tanto
contratiempo, se da por vencido. Insulta. Maldice este día. Se pregunta
para qué se levantó hoy. Al ingresar los próximos clientes, descarga con
ellos su enojo. Los trata mal. Éstos, ofendidos por el modo en que han
sido atendidos, devuelven el maltrato. Alberto reconfirma que toda la
gente es mala y que está condenado por la mala suerte.
Mario casi se da por vencido.
Realmente sufre mucho. Tiene el deseo de cerrar el negocio y volver a su
casa. Por un momento empieza a sentir algo parecido a Alberto. Pero
Mario no es tan fácil de vencer. Mira al cielo. Busca respuestas en Dios
para entender tantas dificultades. De repente recuerda una promesa
bíblica sobre la acción de Dios: "NO QUITARÁ EL BIEN A LOS QUE ANDAN EN INTEGRIDAD"
(Salmo 88:11b). Algo sucede en su espíritu. Decide seguir viviendo el
día en busca de ese "bien" que encontró en el texto bíblico. Comienza a
buscar la buena noticia del día. Confiesa con sus labios que Dios hizo
este día y que es un día de bendición. Trata a los próximos clientes
como si estuviera viviendo la jornada más maravillosa. No recibe de
todos ellos el mejor trato, pero al prom ediar el día, concreta una de
sus más gloriosas ventas y del cliente menos esperado. Recibió lo que
salió a buscar.
Amigo, un día que comienza mal no
tiene por qué terminar mal. Vive este día en busca del BIEN, de
la BENDICION DE DIOS. No renuncies rápidamente. Busca la buena noticia
del día. Está allí a tu alcance.
Dr. Gustavo Bedrossian