CAUSAS GENERALES DE LAS ENFERMEDADES
La enfermedad es realmente un fuego, el Fuego Invisible, que es el Padre tratando de desintegrar las cristalizaciones que se han ido formando en el cuerpo. Reconocemos fácilmente que la fiebre pueda ser un fuego; pero la verdad es que los tumores, los cánceres y todas las demás enfermedades son también efectos de ese fuego invisible que trata de purificar el sistema y libertarlo de las condiciones que hemos creado al violar las leyes de la Naturaleza.
Además, podemos decir que la enfermedad es una manifestación de la ignorancia, único pecado, y que la curación es a demostración del conocimiento aplicado, que es igualmente la única salvación. Cristo es la corporación del Principio de la Sabiduría, y en la misma proporción en que el Cristo se forme en nosotros alcanzamos la salud. Por consiguiente, el que cura debe ser una persona espiritual y tratar de infundir en su paciente los elevados ideales que tenga, para que gradualmente aprenda a conformarse con las leyes de Dios que gobiernan e1 Universo, alcanzando así una salud permanente en las vidas futuras, así como en la actual.
El Antiguo Testamento se abre con el relato de cómo el ser humano fue desviado por la falsa luz de Lucifer o Espíritus Luciféricos, lo cual fue la causa de todas las penas y sufrimientos que hay en el mundo. Y termina con la promesa de que el Sol de la Salvación surgirá, con la salud en sus alas. Y en el Nuevo Testamento encontramos el Sol de la Rectitud, de Justicia, la verdadera luz, que vino a salvar al mundo, y el primer hecho que se relata con respecto a Él es que tuvo una Concepción inmaculada.
Ahora bien, este punto debe ser comprendido plenamente: que las pasiones aportadas por Lucifer son las que han traído el dolor el pecado y el sufrimiento al mundo. Cuando el poder creador se emplea para gratificar los sentidos, sea en vicio solitario o en compañía, con o sin matrimonio legal, ese pecado no puede ser perdonado y debe ser expiado. La Humanidad está actualmente sufriendo en conjunto por ese pecado. Los cuerpos debilitados, las enfermedades que vemos en torno de nosotros, han sido causadas por siglos de abusos, y hasta que aprendamos a subyugar nuestras pasiones, no puede existir verdadera salud en la raza humana.
Antes de la impregnación del cuerpo de deseos con este principio demoníaco, la concepción era inmaculada, constituía un verdadero sacramento. El ser humano se movía entonces en presencia de los Ángeles, puros y sin vergüenza. El acto de la fertilización era tan casto como el de una flor. Por consiguiente, tan pronto como se cometió el primer pecado, el Ángel mensajero les puso una falda de hojas, para imprimir en ellos el ideal que tendrían que aprender a vivir, esto es, el de las plantas. Cuando podemos realizar el acto de la generación en una forma pura, casta y sin pasión, como lo realizan las plantas, entonces se produce una concepción inmaculada y nace un Cristo, capaz de sanar todos los sufrimientos de la humanidad, capaz de conquistar la muerte y establecer la inmortalidad, una luz verdadera para guiar a la humanidad hacia su destino y arrancarla a la fascinación del fuego fatuo de la pasión, mediante el sacrificio de si mimo y de la compasión.
Éste es, pues, el gran ideal hacia el que nos dirigimos: purificarnos de todo egoísmo e interés personal. De ahí que contemplamos el emblema de la Rosa-cruz cono un Ideal. Las siete rosas rojas representan la sangre purificada; la rosa blanca muestra la pureza de la vida, y la estrella dorada radiante simboliza la inestimable influencia de la salud, el impulso espiritual elevador que irradia de todo servidor de la Humanidad.
Hasta que la vida del Cristo nos ilumine por dentro, no podemos ni comprender ni seguir las leyes de la Naturaleza, y, por consiguiente, contraemos enfermedades por nuestra ignorante violación de esas leyes. Para emplear las palabras de Émerson, podríamos decir que una persona enferma es un pillo en el acto de ser cogido in
fraganti: ha violado las leyes de la Naturaleza. Por esta razón es necesario que el Evangelio del Cristo sea predicado a todos, que cada uno de nosotros aprenda a amar a Dios con todo nuestro corazón y toda nuestra alma, y a nuestros hermanos como a nosotros mismos, porque todo el infortunio del mundo, lo reconozcamos o no, proviene de un solo y único hecho: nuestro egoísmo. Si las funciones digestivas sufren desórdenes: ¿a que se debe? ¿No Será por haber sobrecargado nuestro organismo, por habernos encolerizado y agotado nuestras fuerzas nerviosas tratando de obligar a otro a servir nuestros fines egoístas, o porque nos sentíamos resentidos por no haberlo logrado? En todos los casos se verá que el egoísmo es la causa primaria de todas las enfermedades y que el egoísmo es el pecado capital de la ignorancia.
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del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel