A un niñito que andaba hablando solo mientras caminaba por el patio de su casa, tocado con su gorra de béisbol y jugueteando con la pelota y el bate, se le oyó decir orgullosamente:
-Soy el mejor jugador de béisbol del mundo.
Después arrojó la pelota al aire, intentó darle con el bate y erró. Impávido, recogió la pelota, la lanzó al aire y se reafirmó diciendo:
-¡Soy el mejor jugador que hay!
Repitió el intento de asestar un golpe a la pelota y, tras volver a fallar, se detuvo un momento a examinar minuciosamente el bate y la bola. Luego, arrojó una vez más la pelota al aire y dijo:
-Soy el mejor jugador de béisbol que jamás haya habido.
Volvió a asestar el golpe con el bate y una vez más erró a la pelota.
-¡Uau! -exclamó-: ¡Vaya lanzador!