TUS MANOS
Tan gráciles tus manos, y atrevidas, como lo fuera, a no dudar, la rosa si no luciera espinas, tan juiciosa tras defensas en punta inadvertidas.
Precipitadas, por desprotegidas, toman la iniciativa; oh, deliciosa acometividad, ni pudorosa ni desenvuelta, manos consentidas.
Serpea en mis parcelas y progresa hacia el atrevimiento, que se expresa más deliciosamente que el pudor.
Dirígelas, incítalas, provócalas, y en firme y larga suavidad, colócalas en torno a mi… ¿Dónde estarán mejor?
Francisco Alvarez Hidalgo.
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