LA TARDE QUE DIOS TENÍA GANAS DE JUGAR
De vez en cuando nos cae la ficha de que el río de la vida tiene tantos cielos como instantes de pestañeo. Que la tormenta también puede ser paleta de pintor y sólo vale esperar, con paciente sabiduría, que aflore la belleza escondida de las cosas. Se despejan, entonces, como nubes sabelotodos los cielos grises mientras el río corre en su aparente quietud.Y nos damos cuenta de que la rutina es una mentira, a Dios gracias, que segundo a segundo un atardecer puede contrariarnos nuestras limitadas pretensiones y nos convertimos en parte del paisaje con el alma en la mano. Hay minutos de gloria en la impermanencia de las cosas que se pueden fotografiar en colores. Hay eternidades en cada segundo de recuerdo, si lo vivimos intensamente. Hay tesoros al alcance de una pupila que alcanzan para convertirnos en millonarios. De vez en cuando, como hoy, se descorren los telones- no importa por cuántos segundos y asistimos como privilegiados a la Gran Obra justo, justo la tarde que Dios tenía ganas de jugar.
Lucía Borsani .
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