LINEAS INVENTADAS
Déjame que te cante desde mi tibia noche. Que me invente cada una de tus líneas lejanas; mientras bebo en mi copa la risa de los vientos, déjame que te invente, mujer, la primavera.
Voy pariendo mis peces en los ríos oscuros de tus ojos, espejos que atrapan horizontes y se abren como cielos extensos y curiosos, para ver sus escamas creciendo entre tus ondas.
Hay un lirio que vibra con el canto sonoro de la tierra y su prisma de tiernas humedades, y es tu cuerpo delgado que llega cadencioso con su fresca ternura de riberas y plumas.
Abraza con tus rizos de suave arquitectura, aromadas espigas, abejas soñadoras, abraza el universo de sueños que hoy invento y deja que repose la barca de mis versos.
Déjame que descubra los encantos del beso que nacen en tus labios leves como la seda, cerezos que dibujan sus huellas en la boca del amor esperado, del amor aun dormido.
Pinceles voy soñando, navegantes del fuego, y desde las siluetas de esta noche profunda nace tu rostro limpio, tu cuerpo de palmeras, la vital melodía de tu imagen lejana.
Beberé de los vientos sus líneas de fantasmas para viajar en rauda cabalgata nocturna hasta la primavera de tu eterna sonrisa, como eterna la tierra que te brindó sus brazos.
Déjame que te cante desde mi tibia noche. Que me invente cada una de tus líneas lejanas; déjame que desvista con mis versos tus noches, la mañana florece cuando se abren tus ojos.
Autor: Cesar Lucil
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