Aunque a la mayoría no nos importaría llegar a ser un
poco más humildes, ¡ay cómo detestamos pasar por la
escuela de la humildad!
Nos duele tragarnos el orgullo, pero se trata de un
dolor que nos hace bien, siempre y cuando tengamos
una buena actitud y dejemos que produzca en nosotros el
efecto deseado.
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