Hace algún tiempo conocí la mujer más hermosa del mundo,
solíamos entrar a chatear a la misma hora,
digo que era la más hermosa porque ella lo decía,
su descripción no era ni más ni menos que la de una reina.
Además era la mujer más afortunada del mundo,
vivía rodeada de sirvientes,
y sus comidas eran servidas en bandejas de Oro y Plata,
digo que era la más afortunada porque ella lo decía.
Un día encontró el jorobado de sus sueños
el hombre que le serviría para divertirla,
el bufón que tienen todas las reinas,
por supuesto ese bufón jorobado era yo,
digo que era yo porque ella lo decía.
No le importaba llenar de mentiras mi monitor,
y a decir verdad a mi tampoco me importaba,
solo me deleitaba con las frases de amor
que le dedicaba a este servidor,
no importaba que sus palabras
fueran poco creíbles, al fin y al cabo
estábamos en un mundo irreal
del que éramos dueños los dos,
y del que son dueños ustedes ahora,
esta mujer decía llamarse
como alguna de ustedes en esta sala.
¡Como es lógico, ese no era su verdadero nombre,
pero al fin y al cabo el mío tampoco
era el que aparecía en esta lista.
Ella me había prometido las estrellas
a cambio de tenerme ahí como su bufón,
y yo había aceptado gustoso,
después de todo era la mejor mujer del mundo,
digo que era la mejor mujer del mundo
porque ella lo decía!
Así pasaron muchísimos días de encuentros en el chat,
mi amor cada vez crecía más
y el de ella bajaba al mismo ritmo.
Entonces un día decidió decirme la verdad.
Su nombre era aún más hermoso que el que utilizaba,
el color de su piel era aún más hermoso que el que decía tener,
y su pobreza era aún más hermosa
que la vajilla de oro y plata que decía tener.
Hasta el jorobado bufón
que ella tenía para burlarse de el,
desapareció y apareció este humilde servidor
que de jorobado no tiene nada, de bufón tampoco.
Ahora aunque ella siguió siendo la reina
del país de las mentiras,
ya no hay vasallos ni sirvientes ni bufones...
solo un gigante castillo de mentiras
que poco a poco se derrumban,
pero que muchos de nosotros nos encargamos
de volver a poner en su falso sitio.
Y esta historia que debería terminar
con perdices y un baile encantado,
en el que ya no soy príncipe,
termina con el comienzo de una historia
que puede ser la tuya.
Seguirás construyendo este castillo junto con los demás,
o quizás quieras ayudarme a construir un nuevo castillo
donde brillen las flores de la verdad,
tal vez adornemos este jardín con palabras bellas,
salidas de la realidad pero nunca de la verdad.
Tal vez nos regalemos estrellas,
tal vez nos regalemos una eterna amistad.