LA IDENTIDAD
No hay nadie en el mundo que sea exactamente lo que eres tú.
Dados por Dios y exclusivamente tuyos son tu cuerpo, para actuar;
tu mente, para pensar; tu boca, para hablar; tu corazón, para amar.
Pero lo que hagas con ellos es de tu responsabilidad: tus sueños,
tus fantasías, tus miedos, tus esperanzas, tus triunfos y tus éxitos,
tus fracasos y tus equivocaciones. Y pues eres dueño de todas tus
cosas, también puedes ser maestro de ti mismo.
Tú bien sabes que tienes muchas cosas que te inquietan y muchas
más que no conoces. Pero en la medida en que seas amigo de ti mismo
y te ames, podrás tener coraje y confianza para hacer frente a tus in-
quietudes y descubrir nuevos valores dentro de tí. Dite a ti mismo que
eres un hijo de Dios y celébralo. En todo ésto no hay nada de vanidad;
sólo alegría y acción de gracias a la vida.
Y sigue estas dos reglas de oro:
1) Siéntete amado por Dios y te amarás a ti mismo y amarás a
los demás.
2) Lo que puedas cambiar, cámbialo. Lo que no puedas, acéptalo.
A. A.
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