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General: Reflexión sobre la belleza
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De: Espuncio (Mensaje original) |
Enviado: 10/07/2011 01:33 |
Reflexión sobre la belleza
Reflexión sobre la belleza
La
belleza impone incesantemente en nosotros su presencia. Tan es así que
Agustín de Hipona llegó a preguntarse si amamos por ventura algo fuera
de lo bello. Pero, qué es lo bello; qué nos atrae y aficiona hacia lo
hermoso. “La belleza es difícil”, afirmaba Platón: por qué un cuerpo
humano es hermoso y otro no lo es; por qué un paisaje golpea dulcemente y
otro causa agria repulsa; por qué una pintura atrae y otra ocasiona
rechazo; por qué algunas composiciones musicales, poéticas,
arquitectónicas, escultóricas nos hacen exclamar “¡qué bello!”, mientras
tantas otras pasan desapercibidas o sencillamente desagradan; ¿qué es
lo que nos atrae y aficiona a las cosas que amamos? Porque, ciertamente,
si no hubiese en ellas alguna gracia y hermosura, de ningún modo nos
atraerían hacia sí.
En la antigüedad griega Policleto fijó un
canon que hizo consistir la belleza en la proporción del cuerpo humano
como correspondiente a
siete veces y media la altura de la cabeza; en el renacimiento,
Vitrubio hizo consistir la belleza en general en la proporción armónica
de las partes. Fue a partir de un estándar de belleza del cuerpo humano
que se pasó a un metro de la belleza en general donde la condición para
ser tal sería la proporción y la armonía siempre materiales. Hoy, la
dictadura de las opiniones comunes sintonizaría amigablemente con
aquellos criterios permitiendo a muy pocos identificar la belleza con
algo que no fuese la apariencia externa del cuerpo humano. ¿Y es que
acaso se puede negar la belleza que hay en algunos de ellos? Ciertamente
no pero es que tampoco lo es todo.
La belleza física es efímera y
por tanto imperfecta. Lo bello, lo auténticamente bello, no muere sino
que se convierte en otra cosa bella.
Hace poco leí una poesía
titulada “Las manos feas”. Ella hizo nacer en mí las primeras
reflexiones sobre el valor de la verdadera belleza. La transcribo
íntegramente:
«-“Mamá: -le dijo el niño- eres hermosa,/ tu rostro es el trasunto
de una diosa”./ Sonrióse la madre enternecida, / mas el niño tornando a
otras ideas/ añadió con palabras conmovidas:/ “-pero tus manos son tan
feas”.../ Calló el niño al mostrar estos decires,/ mas replicó la
madre:- “no las mires si tanto/ te disgusta contemplarlas” ./ -“No lo
puedo evitar -le dijo el niño-/ si al palpar con ávido cariño/ tengo ¡oh
madre!/ al instante que apartarlas”./ El padre que escuchaba al niño/
dijo: -“te contaré una historia mi buen hijo:/ hace tiempo dormía/
rozagante un niño/ encendióse el mosquitero/ y las llamas del fuego
traicionero/ amenazaban la vida del infante./ La nodriza corrió
despavorida, / mas la madre heroica decidida/ el fuego dominó a
manotadas/ salvando de las llamas a su niño/ pero sus manos de blanco
armiño/ quedaron sin piedad carbonizadas. / Y cuando al final las vendas
le quitaron/ sus manos deformadas le quedaron./ El niño comprendió y en
un instante/ voló
hacia su madre diciendo/ entre sollozos extrahumanos: / “-no hay manos
cual las tuyas en el mundo-”».
Sí, físicamente en las manos
desfiguradas de la madre se puede encontrar una fealdad que nos las hace
valorar como monstruosas en un primer momento; sin embargo, este reparo
queda superado por la belleza del gesto por el cual su hermosura física
no decanta en fealdad sino que es sublimada; una belleza que no podrá
ser ya percibida exclusivamente con los ojos del cuerpo sino que
precisará siempre de los del alma. Es así que la belleza de la donación,
del amor, de la virtud: la belleza inmortal, se descubre internamente,
con los ojos del espíritu. Con esos ojos quedamos fascinados y somos
aptos para aprender que el atractivo del cuerpo no lo es todo.
Primariamente
somos como el niño de la poesía que sabe apreciar la armonía estética
del rostro de su madre; pero sabemos lo que viene: no permanece en una
consideración meramente externa. Es la virtud de la obra
realizada por su madre la que le permite abrir los ojos del alma y
reconocer una belleza suprema que le llevan a declarar el último verso:
“no hay manos cual las tuyas en el mundo”.
¿Qué es la belleza?
La belleza es la marca que suele sonreír con esplendor en la bondad, en
la verdad y en el amor que hay en las obras que hacemos. ¿Y los cuerpos
humanos? No es falso que hay cuerpos humanos armónicos y proporcionados
que impresionan y podemos catalogar como hermosos. Mas no podemos
permanecer en un miramiento material de lo bello. Si somos capaces de
captar la belleza de un acto de amor como el antes mencionados, debemos
esforzarnos por dar el paso de lo meramente exterior a la realidad
profunda que capta el espíritu, lo que captamos dentro de nosotros; así
estaremos más preparados de percibir toda verdad, bondad y amor que, en
suma, llevan la impronta de la belleza que nunca caduca.
Porque
la belleza, hermana de la Verdad, arte puro y enemiga de lo
artificioso, es fuerza y gracia unida en simplicidad, nos salvará.
Nos
salvará porque nos ayudará a discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo bueno y lo malo, entre lo lícito y lo ilícito… ¿Quién no
sucumbe ante la belleza de dos esposos que se abren a la vida en el
respeto, comparten en familia y unidad lo próspero y lo adverso, la
salud y la enfermedad? ¿Quién no se arrodilla ante el misterioso milagro
de la vida? ¿Quién no se conmueve con la beldad de la inocencia, la
dependencia y la necesidad de protección de un recién nacido? ¿Quién es
capaz de no captar la belleza de una vocación a la vida consagrada
nacida en el jardín de la juventud generosa? ¡¿Quién puede negar que la
belleza exista? ! Buen remate dio Cervantes cuando escribió: “La
hermosura que se acompaña con la honestidad es hermosura, y la que no,
no es más que un buen parecer” . Ahí el detalle. Quien busque con
honestidad la belleza será capaz de verla con los ojos del alma. Y esos
mismos ojos,
indefectiblemente, le llevarán al autor; a ese autor que no tuvo
apariencia humana en su pasión y luego, resucitado, revestido por el
valor de su acto supremo de donación, es la Belleza misma.
DA
)
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De: yanely |
Enviado: 10/07/2011 10:23 |
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Porque la belleza, hermana de la Verdad, arte puro y enemiga de lo artificioso, es fuerza y gracia unida en simplicidad, nos salvará.
Nos salvará porque nos ayudará a discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo bueno y lo malo, entre lo lícito y lo ilícito… ¿Quién no sucumbe ante la belleza de dos esposos que se abren a la vida en el respeto, comparten en familia y unidad lo próspero y lo adverso, la salud y la enfermedad? ¿Quién no se arrodilla ante el misterioso milagro de la vida? ¿Quién no se conmueve con la beldad de la inocencia, la dependencia y la necesidad de protección de un recién nacido? ¿Quién es capaz de no captar la belleza de una vocación a la vida consagrada nacida en el jardín de la juventud generosa? ¡¿Quién puede negar que la belleza exista? ! Buen remate dio Cervantes cuando escribió: “La hermosura que se acompaña con la honestidad es hermosura, y la que no, no es más que un buen parecer”
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