Cuando la luna ilumina mi sueño y las estrellas me mecen dormido, en el silencio se acalla el gemido de los que sufren por un vano empeño.
Hallo el placer siendo libre y sin dueño. Vago dichoso en un cielo encendido donde se escucha tan solo el latido de los suspiros que arrullan mi ensueño.
Mas al surgir otra vez la alborada vuelve a romperse el encanto al perderte, luz de mi luna y mi noche estrellada.
Siento en el pecho un susurro que advierte: ¡Sueña fliz en tu noche embrujada! ¡Sígue soñando y no temas la muerte!
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