LAS LAGRIMAS
Todavía lloramos... ¡y qué bueno que así sea! Las lágrimas, rara vez hacen mal: son siempre una catarsis, una liberación, una forma de decir que nadie es autosuficiente.
En esta confesión de sinceridad humana, se esconde un acto de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada en su caminar por la vida y, cuando esto hiere demasiado, los ojos dicen lo que la boca no consigue pronunciar.
Hay lágrimas de dolor, de tristeza, de amor, de alegría incontenible; lágrimas silenciosas de paz y ternura, lágrimas de gratitud por un elogio realizado en el instante preciso; lágrimas de esperanza, de inocencia.
Pero también hay lágrimas de vergüenza, de necedad, de chantaje, de desafío, de egoísmo por no haber logrado lo que se quería.
Hay quien llora por cualquier cosa, y hay quien siente vergüenza de llorar, cuando llorar, era lo único decente que se podía hacer.
Es muy probable que existan cosas mucho más bonitas que una persona llorando en paz... pero, después de las siete maravillas del mundo, muy bien se podría proponer la siguiente como la octava: un monumento a la persona que todavía llora por amor, y que además, no siente vergüenza de mostrar que, dentro de ella, habita un sentimiento noble.
De las cosas más bonitas que conozco, una de ellas es la sonrisa de una persona, y la otra.... ¡la lágrima silenciosa de alguien que desea comenzar de nuevo!
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