Corremos entre las rocas de esta playa dorada,
su arena sisada por el viento
se levanta ardiente ante los ojos del verano,
conchas marinas, huesecillos informes
y en medio de la alborada un amor fortuito, apasionado.
Descalzos por la arena, tomados de la mano
un enjambre de palabras adornaban nuestro encuentro.
Caminamos por la playa como yunta enamorada
sin pensar que en la alborada los trinos ya comienzan,
nuestros cuerpos van ardiendo de fulgores irascibles,
el viento va entregando un sabor a sal marina.
En la mar las sirenas se sonrojan a nuestro paso,
como presintiendo un romance, ardoroso, en la playa;
los altares de Poseidón se levantan desde los fondos,
y la Atlántida de Platón sumergida entre las aguas
nos ofrece sus rocines que el dios griego nos alcanza.
Son claras en la mente, las imágenes persisten.
Se visten de corales y gorgonias los misticismos,
allá en la hondura el amor será eterno;
antes de las olas, la mar convulsionada
nos entrega impetuoso un millar de caracolas.
Así llega casi en silencio un ósculo de aliento,
ardiente en la arena se levantan pensamientos,
y apenas prodigiosos se exaltan los corazones,
y con rítmicos gemidos nos amamos con sigilo.
finalmente un adiós se llevó prematuro nuestro idilio
quedarán en el recuerdo los eternos caminantes.