Detalles
Tus manos cual palomas afanadas pareando en los gélidos balcones, me llenan de constantes ilusiones y alivian mis difíciles jornadas.
Tus ojos como cuencas diamantadas, mezcla de cielo y mar, tan insondables… Atractivos, inquietos, adorables. Son flechas seductoras tus miradas.
Tus labios de amapolas encarnadas, codiciados por hombres prepotentes, prisión do las pasiones más ardientes esperan ser un día liberadas.
Tu corazón es fuente de ternura, escenario de grandes emociones, paraíso de amor sin condiciones donde el odio encontró su sepultura.
Autor: Carlos I. Nápoles
|