REDOBLES PARA EL AMOR
Cuando yo era niño
tenía un tambor
con el que premunido de infancia e inocencia
anunciaba la llegada marcial de mis soldados de plomo
a un destino imaginario;
y era para mi ese ese atabal
una joya invalorable para llenar de estruendo
mi navidad y la pascua de otros niños
enternecidamente.
No había otro juguete mejor que ese tambor
(y seguramente que algunos me envidiaban)
por que despertaba los gallos
y le ponía estrépito al silencio,
ahuyentaba extremoso las torcazas
y llenaba de redobles
las etruscas persianas de mi casa.
A través de é expresé mi júbilo de gurí
a los cipreses
y en la bahía de mis sueños de cíngaro inocente
le convidé a los fantasmas mis capullos.
Pero ese tambor hoy ya no existe
y sufro su ausencia inmensamente
(se perdió como el tamo que arrebata el torbellino).
Sin embargo algo dentro del pecho
parece sonar como ese tambor de mis primeras noches
turbulento
y es ese mismo tambor que me anuncia imperturbable
la llegada del amor sobre estas playas.
Y le digo: suena tambor, retumba, redobla tu ansiedad
de carpintero
y habla;
repica intensamente sin descanso y calla cuando quieras
que ya dejé de ser el niño de otras Pascuas
y ahora sólo soy
Una voz que te extraña
(Carlos Garrido Chalén )