Cuando en una relación tu pareja te ofende y no se lo dices, es como si fueras guardando los malos detalles en un “costalito” al más puro estilo “Santa Claus” solo que tu cargamento no es tan emocionante de llevar ¿verdad?
Tu cargamento de rencores y resentimientos lo cargas a tus espaldas… ¡Eres un tonto! y va a tu costal…
Llega tarde a la hora a la que tú la citaste, estás que hierves como olla express por dentro
“¿que se ha creído?” y cuando te pregunta “¿estas enojado(a) mi amor?” y tu le respondes con un coraje mal disimulado “no mi amor, no te preocupes…” ¡Es otra más a tu costal!
y para no hacerte larga la historia, después de un ciento de “detallitos”, tu pareja llega contigo y te dice en plan de broma
¡Te has convertido en un León rugiente! tu novio(a) sorprendido y ofendido te responde “¿¿¡¡Sólo por eso te molestas!!??” y le sacas toda la lista de navidad… ¿Y tu creías que no te afectaba tolerar pequeñas cosas de tu pareja?
¿Moraleja? No te guardes nada. Dile a tu novio(a) lo que sientes y no te gusta. Hazlo con tacto pero con claridad ¡Tira tu costal!
Que no haya ningún lugar en el que tu guardes rencores. Siempre exprésale a tu pareja lo que sientes.
Al fin y al cabo un noviazgo se basa en una relación de armonía y comprensión mutuas.
Y si tu amor no te escucha ni acepta lo que le dices, no puede ser tu pareja duradera y es mejor que lo sepas a tiempo.
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Salto al vacío
Por giovanna el Thursday, August 25th, 2011 | Sin Comentarios
Cierta oportunidad, el pequeño hijo le preguntaba a su padre:
-Papá… ¿Qué es la fe?
Para explicárselo, el papá trajo al niño hasta la boca del sótano de la casa. Bajó la pequeña escalera de madera y dejó al niño arriba. El podía verlo desde abajo, no así el pequeño, que sólo veía una abertura oscura ante sí.
-¿Estás listo, hijo? Preguntó.
-Sí, papá… pero no entiendo…
Desde la oscuridad del sótano, el papá le dijo al niño
-¡Salta hijo!
-¿Qué…? El niño estaba aterrorizado. No podía creer que su padre le estuviera diciendo que simplemente diera un salto al vacío.
-Tú no me puedes ver, pero yo sí hijo. No tengas miedo. Estoy aquí para atraparte entre mis brazos. No permitiré que caigas ni te golpees.
Después de unos instantes de vacilación y dudas, el niño saltó por la oscura abertura del sótano. Rápidamente se sintió aliviado y a salvo entre los fuertes y amorosos brazos de su padre. Había aprendido una lección formidable que ya no podría olvidar por el resto de su vida.
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