Cuando una persona conoce su auténtica
realidad como ser humano, conoce también
que posee la capacidad de dirigir y controlar
sus pensamientos y sentimientos, siendo ambos
en definitiva los que determinan su manera
de ser. Todo depende de ella, de modo que
según sea su actitud, así afrontará el curso
de los acontecimientos de su vida. Por tanto,
cuando la persona es consciente de que posee
tal potencial, se produce un cambio en ella y
procura usarlo, optimizando así su vida y labrándose un mayor porvenir.