Esperarás aquí y aprenderás –le dijo
de los hombres que se mueven de un lado para
el otro suben forzados bajan de un sótano
a otro sótano como cojos ligeros ¡uuupa!
gritan al paso de sus manchas de sangre y aserrín.
Hace frío sobre ese piso lejos del techo,
las cúpulas rajadas llenas de telarañas.
Un hombre con sombrero dice bájenlo aquí
y otro hombre descarga la primera mitad de un
animal, grandes ojos venosos, gotea haciendo
un charco. Un tercero amontona aserrín
en la sangre. Una mujer se acerca y pide con
la mano, el hombre del sombrero señala
detrás suyo, alguien toma un cuchillo,
corta un pedazo de entraña, lo echa en una
hoja de La Nación de ayer y se lo entrega.
La mujer se dirige a la escalera sujetando el paquete y los muchachos.
Llega otro hombre de sobretodo y también con
sombrero, un tabaco en la boca, trae un maletín, lo
apoya en una mesa, castañea los dedos y enseguida
no se ve más que su sombrero
(la segunda mitad del animal baja hasta el mármol,
gotea haciendo un charco)
a los pocos minutos cierra el maletín y se le ve
de nuevo entero y solo, se apresura a
esperar el ascensor, tira
el tabaco en la canaleta roja y aserrinada del zócalo.
Otros hombres cargados continúan
moviéndose de un lado para el otro, suben
forzados bajan de un sótano
a otro sótano como cojos ligeros ¡uuupa! gritan al paso...
Otros hombres, etcétera.