Él era un profesor comprometido y estricto,
conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. Al terminar la clase de fin de año, mientras organizaba unos documentos encima
de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo: -Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase, es que no tendré que
escuchar más sus tonterías y podré descansar de ver su cara aburrida.
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