“ En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”. Salmo 23:2.
La vida del cristiano tiene dos elementos, el contemplativo y el activo, y los dos son provistos ricamente. Primero, el contemplativo: En lugares de delicados pastos me hará
descansar.
¿Cuáles son estos verdes pastos sino las Escrituras de la verdad, siempre jugosos, siempre frescos, nunca agotados?
No hay temor de morder el duro suelo cuando las hojas de hierba son bastante largas para que el rebaño se eche en el prado. Dulces y llenas son las doctrinas del evangelio; aptas como comida para las almas, su hierba tierna y nutrición natural para las ovejas.
La segunda parte de una vida cristiana vigorosa consiste en una actividad de gracia. No sólo pensamos, sino que obramos. No siempre estamos echados para alimentarnos y descansar, sino que estamos avanzando hacia la perfección; de ahí que leemos: Junto a aguas de reposo me pastoreará.
¿Cuáles son estas aguas de reposo sino las influencias y gracias de su bendito Espíritu? Su Espíritu nos ayuda en varias actividades, como aguas en plural para limpiarnos,
refrescarnos, fertilizar, querer.
Descansar, pastorear. María sentada a los pies de Jesús, y la ajetreada Marta, son emblemas de la contemplación y la acción, y las dos residen en la misma casa, y lo mismo ha de ser en nuestro corazón.
Este corto y conmovedor epitafio se ve con frecuencia en las catacumbas de Roma: «In Christo, in pace» («En Cristo, en paz»). Date cuenta de la presencia constante del Pastor de paz.
Delicados pastos. Aquí hay muchos pastos, y cada pasto lozano y jugoso, de modo que no es posible agotar la hierba, dejando el suelo desnudo; aquí hay muchas corrientes, y las corrientes son profundas y anchas, de modo que no pueden secarse.
Las ovejas han venido comiendo en estos pastos desde que Cristo fundó su iglesia en la tierra, y, con todo, están llenos aún de hierba, como siempre. Las ovejas han venido bebiendo en estas corrientes desde Adán y, con todo, están llenas a rebosar hasta el día de hoy, y seguirán estándolo hasta que las ovejas ya no tengan que usarlas, ¡por estar en el cielo!
Charles Spurgeon.
Escrito en 1861.