He descubierto a que sabe la soledad,
tiene el cítrico color del infinito
y huele a la sombra implacable de un olvido.
Se vuelve manos que persiguen y arrinconan,
revela fotos de ese algo que nunca ha sido mío.
El miedo se atrinchera… la calma presiente su relevo.
He descubierto que recordar es morir un poco,
que mi vestido de esperanza se deshila en un secreto
y respira solo cuando dice un nombre en el silencio.
Es la nostalgia de un acceso denegado,
un error de la memoria formateada con defectos.
La sonrisa se pierde… el alma comienza su descenso.
He descubierto entre la ausencia
que no puedo hablarle al aire;
que soy anhelo ilógico… oclusiva esencia,
pasión escondida por un amor en lejanía,
cuerpo al trasluz, convicción sin vida.
La evolución se detiene… se añora la presencia.
He descubierto los sabores grises de los días,
y el salado de una lágrima que invade.
No hay templanza que me impulse
a escupir la cara del destierro.
La fortaleza balancea… Mi neurona muere en el intento.
Valentina.