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General: TRABAJA EN CONOCERTE
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: TangaCrixXx  (Mensaje original) Enviado: 20/10/2011 12:05
TRABAJA EN CONOCERTE

barani1-10.gif (112107 bytes)

Mientras trazaba un mapa de los

conceptos y escribía gran parte de los

contenidos de este libro, cumplí

cincuenta y siete años. Casi me sorprendió

darme cuenta lo mucho que esta vez me

alegró la fecha. En otro momento de mi

vida, hubiera discutido, como quizás lo

hagas tú ahora, el valor del ritual de

cumplir años. Hasta no hace tanto,

yo sostenía que estas “niñerías” son

pertinentes y razonables solamente en

el mundo infantil de nuestros hijos o

nietos. Para ellos, solía decir yo, el

festejo de cumplir un año más se justifica

ampliamente si lo pensamos como una

mínima compensación anticipada de lo

que se avecina con el crecimiento: el

desembarco de más responsabilidades,

más deberes y cada vez más obligaciones.

Pero a nuestra edad, seguía argumentando,

esto no parece motivo de ningún festejo.

Nuestro propio lenguaje, a veces tan

esclarecedor, parece hacernos saber

desde el principio que el día del

cumpleaños no trae consigo demasiadas

buenas noticias. Combina en su nombre

dos palabras que no en vano nos agobia

pronunciar: “cumplir” y “años”, como si

quisiera condenarnos a envejecer y obedecer,

haciéndonos olvidar, quizás no tan i

ngenuamente, lo que sí se debe festejar.

Porque el día del cumpleaños, ese mismo

día, se festeja nada más y nada menos

que un aniversario más del día de

nuestro nacimiento. En la mayoría

de los idiomas (inglés, francés, catalán,

hebreo y chino por nombrar sólo algunos),

la palabra que se usa para cumpleaños se

puede traducir literalmente como “día del

nacimiento” o “día del aniversario”.

Decididamente, no pretendo empezar

ninguna rebeldía lingüística para cambiar

el idioma, pero quiero conseguir que

seamos conscientes de este hecho más

que condicionante, para evitar que

el peso etimológico de la palabra

“cumpleaños” nos arruine la fiesta.

De hecho, sostengo que:

• Si nos hemos dado cuenta que vivir

es una cosa deseable y nos

sentimos contentos por ello…
• Si hemos descubierto que queda

mucho por hacer y que lo haremos…
• Si podemos sentir más que

“muy de vez en cuando”

alegría al despertar cada mañana…
Entonces, tal vez podamos recuperar

de corazón el deseo de celebrar

nuestros cumpleaños, y porque no

, de compartir con otros la alegrías

de estar vivos un año más.

Y llegados aquí, no será fácil establecer

naturalmente esta sana costumbre que

recomiendo casi a cada persona que me consulta:

HACERNOS, ESE DÍA, EL REGALO

QUE MAS NOS GUSTARÍA QUE NOS

HICIERA NUESTRO AMIGO MÁS CERCANO E INCONDICIONAL.

Es muy sugestivo ver cómo muchos

vivimos pensando y comprando regalos

de cumpleaños para los que queremos

y casi nunca lo hacemos con nosotros mismos.

Vuelvo a mi novedosa experiencia:

• Quizá por mi mayor conciencia de una vida más que afortunada.
• Tal vez por la certeza de sentirme

transitando el camino que yo mismo elegí para mí.
• Posiblemente por la alegría de que mis

años me encuentren embarcado en un nuevo proyecto.
• Seguramente por estar asistiendo, orgulloso,

a la madurez de mis dos hijos.
• Probablemente, por la suma de todo

lo dicho y más cosas, este

año celebré mi 57° cumpleaños.

Fiel a lo que enseño, me regalé la última

grabación de Rigoletto en las Arenas de

Verona y también una más que discreta

reunión, a la que me di el gusto de invitar

a mis amigos más queridos, a algunos

colegas y a muchos compañeros de ruta

a los que hacía mucho tiempo no veía.

Allí, en la fiesta que me había montado para

compartir mi alegría, confirmé lo que sostengo

desde hace muchos años: ningún vínculo

constructivo con los demás se puede establecer

y fortalecer si no se apoya en una buena

relación de cada uno consigo mismo.

Y este concepto no es más que la mejor

expresión de la necesaria cuota de sano egoísmo.

Un camino cuyo último paso coincidirá

con la autorrealización,

y cuyo primer paso no puede ser

otro que el de conocerse, saberse, descubrirse….
• Des-cubrirse, es decir,

quitar la cobertura que me impide verme.
• Animarme a dejar de lado las máscaras.
• Mostrarme ante mí y ante los demás tal como soy.
• Asumir la responsabilidad de todo lo

que soy; que incluye todo lo

que hago y todo lo que digo.

Conocernos es el primer paso si

pretendemos pedirles a los otros

que sean observadores de nuestras vidas.
Conocernos consiste en tomarnos

el tiempo de mirarnos interiormente,

conectar con lo que creemos, con lo que

pensamos, con lo que sentimos y con lo

que somos, más allá de

todo lo que a otros les gustaría.
Conocernos es empezar

por el principio. Por la primera

de aquellas tres preguntas

existenciales que acompañan

al hombre desde los tiempos más lejanos

y que aparecen en todas y cada una de

las culturas ancestrales:

¿Quién soy? ¿Dónde voy? ¿Con quién?

Tres preguntas que, como siempre digo,

deben ser contestadas en ese riguroso

orden, aunque solo sea para impedir

que sea mi rumbo el que determine quién

soy y acabe volviéndome esclavo de

mi camino. Tres preguntas que,

respondidas en orden, una

y otra vez, alcanzarán para evitar que mi compañera

o compañero de ruta se crean con el

derecho o la responsabilidad

de decidir por mí el camino a seguir.

Un cuento algo Kafkiano nos ayudará

en este punto a reírnos de nosotros mismos.

Un hombre viaja en metro.
Está pensando en el trabajo que le espera en la oficina.
De repente, alza la vista y le parece

que otro hombre en el asiento

de frente lo mira fijamente.
En su abstracción, ni siquiera nota

que lo que ve es solamente

su imagen reflejada en un espejo.
-¿De qué conozco a este tipo?- se

pregunta al notar que su rostro le es familiar.
Vuelve a mirar y la imagen,

como es obvio, le devuelve la sonrisa.
-Y él también me conoce- se dice en silencio.
Por más que intenta dejar de pensar

en esa imagen de la cara familiar, no

consigue alejarla de su pensamiento.
El hombre llega a su destino y, antes

de ponerse de pie para bajar del tren,

saluda a su supuesto compañero de viaje

con un gesto que, como no podía ser de

otra manera, el otro le devuelve inmediatamente.
-¿De qué conozco yo a este tipo?
Cómo le gustaría tener una fotografía

de ese hombre para poder mostrársela

a sus compañeros. Quizá alguno

de ellos podría ayudarle a identificarlo…
Al finalizar su jornada, decide caminar

hasta su casa para darse el tiempo

de buscar en su memoria.
Una hora más tarde entra en su apartamento,

todavía sin respuesta. Se ducha, cena,

mira la televisión, pero no puede prestar atención.
-Dónde he visto a este hombre?-se pregunta todavía al acostarse.
A la mañana siguiente se despierta con una sonrisa…
-Ya sé- dice en voz alta, sentándose de

golpe en la cama y golpeándose la frente

con la palma de su mano-

¿Cómo no me di cuenta antes?
Ha resuelto el problema que lo tenía preocupado.
-¡Lo conozco de la peluquería…!

Si no empezamos por conocernos será

imposible saber quiénes somos,

reconocernos en nuestros actos y hacernos

responsables de cada uno de ellos.

Nunca sabremos con claridad cuál es

le límite entre el adentro y el afuera.

Si es cierto que queremos conocernos,

debemos aprender a mirarnos con valentía,

decidiendo simplemente ser,

aún a riesgo de perdernos por un rato.

Solo así podremos lograr que sea nada

más que lo interior lo que nos defina.

Una tarea de por sí difícil, sobre todo

si uno pretende afrontarla sin aislarse

de los demás, sin renunciar a sus

grupos de pertenencia social, familiar

o laboral. Y que quede claro que esto no

significa ignorar a los demás ni volverse

sordo a sus opiniones, entre otras cosas

porque sé que necesitamos de sus miradas

para completar nuestra percepción de

nosotros mismos, pero ver todos esos

aspectos que se ocultan en puntos

ciegos a nuestra mirada; eso significa

no condenarnos a andar por el mundo

preguntando a los demás

quiénes somos o cómo deberíamos ser.

¿No deberíamos anticipar lo social a lo individual?
Ahora, sigo sosteniendo que al objetivo

del bienestar común le vendría muy bien

que cada uno empezara por ocuparse

de su propio desarrollo, aunque solo sea

para ayudar de la forma más apropiada, justa y eficaz al prójimo.

Durante la semana el niño había

perseguido literalmente al padre

por toda la casa con su tablero de

parchís debajo del brazo. Quería que

el hombre se sentara con él a cumplir

su promesa de jugar una partida para

estrenar el nuevo tablero que le habían

regalado para su cumpleaños.
- Ahora no puedo, Huguito- le había

dicho más de una vez-, tendremos que esperar al fin de semana…
Por eso el sábado, apenas se levantó,

Hugo vio a su padre sentado en el escritorio,

y corrió a su cuarto a buscar

el tablero todavía sin estrenar.
-Hoy es fin de semana, ¿no, papi?-

preguntó el pequeño.
-Sí, hijito- reconoció el padre-, pero ahora

tengo que terminar un trabajo atrasado.

Pídele a tu madre que juegue contigo…
-No, no- protestó la pulga de

seis añitos-Tú me prometiste…
-Es verdad. Pero en este momento tengo

otras cosas más urgentes que atender…
-¿Y cuándo vas a terminar de atender esas cosas?
-Dentro de dos horas- dijo el padre

exagerando, con la intención de desanimarlo.
-¡Buf!… –dijo el niño, y dándose la vuelta salió de la habitación.
La aguja grande había alcanzado a la

pequeña justo cuando ésta llegaba al número

1, y eso, según le dijo su madre, significaba

que habían pasado exactamente dos horas.
-¿Jugamos ahora, papi?
-No, hijo. Lo siento. Todavía

no he terminado con mis cosas…
-Pero tú me dijiste dentro

de dos horas… Eso es mentir.
-No seas así, Huguito, tengo trabajo pendiente.
El niño ya empezaba a dejar escapar un

par de lágrimas, cuando su padre tuvo

una idea. Cogió de su escritorio una revista

que mostraba en la tapa un colorido mapa

del mundo con división política.
-Mira, hijito, te voy a proponer un

juego-le dijo, mientras arrancaba la hoja

y buscaba en el cajón de su escritorio un par de tijeras.
El hombre hizo varios cortes, transformándole

la hoja en un montón de papeles de forma irregular.
-Esto es un rompecabezas…

Un puzzle como lo llamas tú.
El juego consiste en montar el mapa

del mundo poniendo cada país en su sitio

–dijo el padre-. Cuando termines de montar

al mundo, jugaremos al parchís.
El padre sabía que, sin tener idea de cómo

era el planisferio, el niño tardaría más de

una hora en montarlo y que eso los llevaría

hasta el almuerzo. Después de su siesta,

quizá podría finalmente sentarse a jugar

con su hijo, como le había prometido.
Otra vez resoplando, pero intuyendo

que si no aceptaba esas condiciones

no habría parchís, el jovencito cogió los

papeles que su padre le daba y se fue a su cuarto.
Pasaron cinco minutos, quizás seis,

cuando Huguito entró en la habitación

con el mapa del mundo perfectamente montado.
Cada país en su sitio y toda la

hoja pegada con cinta adhesiva.
-Ya está, papi. ¿Ahora vamos a jugar parchís?
El padre sonrió, confuso.
-¿Pero cómo lo has hecho?- Preguntó

examinando el perfecto resultado-.

Si tú nunca has visto un mapa del mundo,

¿cómo lo has montado tan rápido?
-No, papi… Yo nunca había visto un

mapa del mundo como éste… Cuando

lo recortaste yo vi que en el otro lado

de la hoja había una foto de un hombre.

Entonces, al llegar a mi cuarto, di la

vuelta a los papelitos y coloqué las partes

del señor, una al lado de la otra.

Fue fácil. Cuando terminé de acomodar

al hombre, el mundo se acomodó solo.

Puede que sea una deformación personal,

pero después de tantos años estoy

convencido de que solamente trabajando

con los individuos será posible que

se dé el cambio que queremos para el mundo.

Será por una deformación profesional,

pero después de tantos años sigo

creyendo que solamente sabiendo

quiénes somos podremos empezar

el trabajo de ser mejores para

nosotros mismos y para la humanidad.

Bucay, Jorge. (2007) 20 pasos

hacia delante (Tercera edición).

Buenos aires, Argentina. Editorial Del Nuevo extremo

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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: MARILU9268 Enviado: 20/10/2011 15:51
HOLA
GRACIAS POR TU PARTICIPACIÓN 
ES UN PLACER LEERTE CADA DIA
QUE TENGAS UN LINDO JUEVES

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Paqui Enviado: 21/10/2011 07:37


 
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