Las brujas vendían tortitas y helados en un tenderete de color morado.
“¡Venid, venid, niños, no nos tengáis miedo, que aquí regalamos ricos caramelos!”
Todos se escondían, nadie se acercaba, miraban al cielo por ver si volaban sobre sus escobas las brujas malvadas.
Y las pobres brujas, que no tienen alas, que no tienen gato ni están desdentadas, ¡ay! las pobres brujas, tan desprestigiadas por todos los cuentos que escriben las Hadas, al verse tan solas, tan abandonadas, como si estuvieran todas embrujadas, suspiran y dicen, de muy mala gana: “¡Niños, convertíos en sapos y ranas!”