El Extraño Mundo de Jack
La costumbre de ahuecar y tallar una calabaza para convertirla
en un farol llamado Jack-o-lantern tiene su origen
en el folklore irlandés del siglo XVIII.
Según se cuenta, Jack era un notorio bebedor,
jugador y holgazán que pasaba sus días tumbado bajo un roble.
En una ocasión, se le apareció Satanás con intenciones de llevarlo al infierno.
Jack lo desafió a trepar al roble y,
cuando el diablo estuvo en la copa del árbol,
talló una cruz en el tronco para impedirle descender.
Entonces Jack hizo un trato con el diablo:
le permitiría bajar si nunca más volvía a tentarlo con el juego o la bebida.
La historia dice que cuando Jack murió no se le permitió la entrada
al cielo por sus pecados en vida,
pero tampoco pudo entrar en el infierno porque había engañado al diablo.
A fin de compensarlo,
el diablo le entregó una brasa para iluminar su camino en la helada
oscuridad por la que debería vagar hasta el día del Juicio Final.
La brasa estaba colocada dentro de un nabo ahuecado para que ardiera durante mucho tiempo.
Los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus "faroles de Jack",
pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados Unidos
advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos.
Por ese motivo, surgió la costumbre de tallar calabazas para la noche
de Halloween y transformarlas en faroles introduciendo una brasa
o una vela en su interior.
El farol no tenía como objetivo convocar espíritus malignos sino
mantenerlos alejados de las personas y sus hogares.
Dulce Halloween
La costumbre de pedir dulces de puerta en puerta (trick-or-treating)
se popularizó alrededor de 1930.
Según se cree, no se remonta a la cultura celta sino que deriva
de una práctica que surgió en Europa durante el siglo IX llamada souling,
una especie de servicio para las almas.
El 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos,
los cristianos primitivos iban de pueblo en pueblo mendigando
"pasteles de difuntos" (soul cakes),
que eran trozos de pan con pasas de uva.
Cuantos más pasteles recibieran los mendigos,
mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma
de los parientes muertos de sus benefactores.
En esa época se creía que los muertos permanecían en el limbo
durante un período posterior a su fallecimiento
y que las oraciones,
incluso rezadas por extraños, podían acelerar el ingreso del alma al cielo.
La práctica se difundió en Estados Unidos como un intento de las autoridades
por controlar los desmanes que se producían durante la noche de
Halloween. Hacia fines del siglo XIX,
algunos sectores de la población consideraban
la noche del 31 de octubre como un momento de diversión a costa de los demás,
probablemente inspirado por la "noche traviesa"
(Mischief Night) que formaba parte de la cultura irlandesa y escocesa (8).
La diversión consistía en derribar cercos,
enjabonar ventanas y taponar chimeneas,
pero gradualmente dio lugar a actos de crueldad contra personas y animales,
llegando a su punto máximo en la década de 1920 con las masacres perpetradas
por los enmascarados del Ku Klux Klan.
Diversos grupos de la comunidad comenzaron a proponer alternativas de diversión
familiar para contrarrestar el vandalismo:
concursos de calabazas talladas y disfraces o fiestas para niños y adultos.
De este modo, se proponían retomar el espíritu de los primitivos cristianos,
que iban casa por casa disfrazados o con máscaras ofreciendo una sencilla
representación o un número musical a cambio de alimento y bebida.
Muchos de los símbolos y tradiciones de Halloween distan bastante de ser
"cosa de brujas" y las brujas se las han ingeniado para sobrevivir entre nosotros.
Tal como afirma el viejo dicho, …que las hay, las hay. ¡Abracadabra!
De La Red
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