Busco un amante que en capricho de la tarde se tienda en mí;
cual si fuera gota del rocío se aferre a mi cabellera en suspiro
anhelante cautivando a fuerzas mis besos no dormidos.
Busco un amante en abrazos fuertes y delirantes.
Que seamos los dos sólo uno; en el mismo desafío,
desgarrando el manto del cielo sobre nuestro talle,
caminando los albores que aún no se han prendido.
Amante en torrenciales entregas sin ser bastante
el desnudar la luna a la orilla del mismo cielo
después ser lluvia besando el mar en su oleaje recorriendo,
las alturas en sus profundidades cuerpo a cuerpo.
Cuando el silencio nace en triviales tempestades,
cuando se acaricia con rabia; tembloroso de miedo
y sentirme más aún viva en sus brazos como antes
al suspiro sereno delirante mudo de un "te quiero".
Busco un amante, que me transporte en alas rojas
del pensamiento, donde se detenga afuera el tiempo en
el tiempo, y bebamos en borrachera la entrega, al
entregarse en juntilla de la ola que siempre vuelve a
revolcarse en los arenales del inmenso mar de cristales inquieto.
Que prenda en amoríos pasionales todos los luceros,
que alfombre mi camino en destellos de su mirada,
que si luego me faltara, fuera de todos; mi mejor recuerdo.
Que pinte con sus manos los contornos de mis mañanas,
que arranque con su boca en furia, esta loca pasión envuelta en fuego;
que en el alma jamás nunca se apaga.
Busco un amante, que me deje en la piel tatuada un collar de besos,
como herida punzante en mi boca sólo pueda yo verlos
huellas vagabundas cual viajero en éxtasis errantes.
Que llene mi vida a fuerzas de sus antojos y locuras,
inconciencia ramera de fortuna de ser tanto sin ser.
Un amante que invente en las noches el glorioso desvelo,
que me atrape en un mar de caricias atrevidas y locas.
Que vaya tejiendo en sus brazos; entregas durmientes de terciopelo,
y baje, una a una, las estrellas que se me antojan,
y como juramento; las deje soñolientas en mis cabellos.
Fiel amante; moldeando con sus manos todos mis deseos
y después entonces, quizás lo encarcele en mis madrugadas
donde a sabiendas volveremos a desnudarnos de secretos,
siempre amantes escondidos a media luz traficantes,
desnudando sobre la piel un volcán de sentimientos,
cuando se ama se arranca a besos, ¡maldita sea, el alma!,
y se apretuja el sentir ultrajando el próximo encuentro.
Busco un amante que me ame en torbellinos sin ser mi dueño.
Sólo sea su piel mi abrigo cuando amarle tanto se me antojara
Después seremos sólo; ¡el recuerdo amante del mismo olvido!
Amantes cautivos en el ayer; suspendido siempre del mañana.
©Zuleika Merced