¡La Roca! Su obra es perfecta, porque todos Sus caminos son justos; Dios de fidelidad y sin injusticia, justo y recto es Él. — Deuteronomio 32:4
Hoy….Tendrás en cuenta dos trampas sutiles en cuanto a la adoración en las que podrías caer.
La primera trampa es creer que no eres lo suficientemente bueno para adorar al Señor. A lo largo de tu vida, tendrás días y temporadas cuando tus obras malas acumuladas o tu desánimo te harán sentir indigno o inaceptable delante del Señor. Por supuesto que eso no es cierto, porque el sacrificio de Jesús nos hizo perpetuamente aceptables, hasta agradables, a la vista de Dios. Pero en tu propia alma sentirás que no “andas bien.” En esos momentos la tentación será alejarte de la adoración, retraerte y alejarte de Él, movido por un sentido de vergüenza o culpa.
Nos sentimos mejor al alabar a Dios cuando nos sentimos mejor con nosotros mismos.
Es natural pensar así, pero no es correcto.
La adoración siempre se trata de cómo ha hecho Dios las cosas, no cómo las hemos hecho nosotros. Las hemos echado a perder; Él nunca. Toda Su obra es perfecta . Él es digno de nuestra alabanza aún cuando, y especialmente cuando no nos sintamos dignos de alabarlo. En esos momentos, lo mejor que podemos hacer es enfocarnos en qué diferentes son Sus obras de las nuestras. ¡Aleluya!
Entre los muchos obstáculos para una adoración plena y libre, el orgullo es probablemente el peor. Esto es porque el orgullo y la adoración son antítesis uno de la otra. La adoración le agradece a Dios por cómo ha dispuesto las cosas y por lo que Él ha hecho; el orgullo está seguro de que podría hacerlo mejor y que sabe más.
El diablo, cuyo nombre era Lucifer, era el líder principal de la adoración en el cielo antes de que el orgullo entrara a su corazón.
Él quiso las cosas a su manera, no a la manera de Dios. Al final, declaró que Dios estaba equivocado. El orgullo siempre nos lleva a esa conclusión.
La adoración automáticamente pone a todos en el lugar correcto: Dios por encima, El Gran y Todopoderoso Dios, y nosotros en la tierra donde podemos recibir todo lo que Él quiere para nosotros.
Una segunda trampa es el preocuparte de que tu adoración no sea lo suficientemente buena (o frecuente) para agradar al Señor. La devoción a Dios y la alabanza agradecida por quién es Él y qué ha hecho puede inadvertidamente convertirse en un mandato legalista: algo que más vale que hagamos, o sufriremos las consecuencias.
Podemos presionarnos mucho a nosotros mismos para adorar a Dios (“¡Realmente es algo que debo hacer!”), y lo mismo pueden hacer los bien intencionados líderes de alabanza.
Especialmente en las iglesias donde la sabiduría y la belleza de la adoración logran expresarse libre y regularmente, la estimulación dirigida a una adoración más elevada o más frecuente puede llegar a ser muy carnal. El resultado es un legalismo carismático.
La adoración y la devoción a Dios son actitudes del corazón que se manifestarán en el comportamiento, pero cuando el enfoque principal es el comportamiento más que la actitud, cuando la devoción se convierte en devociones, el peligro no está lejos.
Por eso hoy no caeré en esas dos trampas.
Señor, Gracias por advertirme y ayudarme a no caer en estas dos trampas sutiles que vienen cuando me propongo a adorar. En el Nombre de Jesús, Amén.
Dr. Daniel A. Brown.