Junto con mis reliquias más secretas Y en un pañuelo, blanco relicario, Donde nunca miradas indiscretas Profanaran la fe de aquel santuario.
Yo conservaba un guante, un guante usado, Un guante negro, que a la mente mía De la sima profunda del pasado Una faz melancólica traía.
Un guante que evocaba en mi memoria La primer gota amarga de mi vida, La primer hoja triste de mi historia, El ¡ay! de la primera despedida;
Aquel solemne, vaporoso instante En que al sentir la muerte en su aposento, El pálido poeta agonizante Me dijo adiós, con apagado acento.
Tendiéndome su mano descarnada, Adiós por siempre, repitió mi hermano Y su boca marchita y abrasada Como un suspiro se posó en mi mano...
Ya no le vi; mas desde aquel instante Que hoy insensible y frío rememoro, Piadosa conservé mi negro guante Valioso para mí como un tesoro.
Sollozaba al mirarlo cada día, Y abismándose en lúgubre embeleso Hasta el fondo mi ser se estremecía Al recordar el angustioso beso...
Cuando la muerte resolvió con saña Entre otros lutos mi pesar primero, Cuando al golpe brutal de su guadaña En escombros cayó mi hogar entero,
Golondrina alirrota alcé mi vuelo Creyendo que mi carga de dolores Quedaba atrás en el extraño suelo Do quedaban también tiempos mejores;
Inútilmente atravesé los mares, Las penas me siguieron a porfía; Dejando entre el montón de mis pesares Sepultada esa tarde de agonía.
Mucho tiempo después, por accidente Hallé aquel guante que veló el olvido Y sólo entonces se volvió mi mente Al lejano sendero recorrido.
Y escuché del adiós gemir los ecos, Y vi unos ojos anegarse en llanto, Pero mis ojos se quedaban secos; Estaba roto el doloroso encanto!
Cual si nada evocara en mi existencia, Contemplé mi reliquia del pasado, Y la usé con la horrible indiferencia De quien ya siente el corazón cansado.
Objeto sin valor ni privilegio Va, recogiendo manchas, en el mundo, Y por siempre ha borrado el sacrilegio El beso del poeta moribundo!
Así también el roce de la vida Profanó mis sublimes ideales La realidad inmunda y fementida Me secó del amor los manantiales;
Mis pasiones más nobles y más puras Mis arranques más bellos y más santos, Mis insólitas, cándidas locuras Raudales de perennes desencantos.
Mis creencias de amor y de justicia Mis ensueños magníficos y huraños Son recuerdos que mi alma desperdicia, Son el inútil lujo de otros años.
Que mi guante reliquia profanada, Siga sufriendo las impuras manos, Y la flor del recuerdo marchitada Vuelva del viento entre los pliegues vanos.
París, 10 de agosto de 1906.
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