No cabe duda que cuando permitimos que la mentira se haga parte de nuestro diario vivir, todos perdemos. Nunca me olvido de una ilustración que una vez escuché a un amigo predicador. Él decía que una de las bendiciones de no mentir es que no tenemos que acordarnos qué fue lo que dijimos antes a alguien para asegurarnos de no contradecirnos.
Obviamente hay mucho más de bendición asociada con la verdad… pero sólo por la paz que esta observación nos brinda, creo que todos deberíamos abrazarla. Por otro lado, no podemos ni debemos permitir que las mentiras de otros enrumben nuestras vidas, permitiéndoles amargarnos o generar en nosotros una actitud de revanchismo. ¿Por qué no, más bien, dejarlo todo ante Dios y permitirle que sea Él quien juzgue nuestra causa?
Descubriremos que viviremos en paz con Dios, nosotros mismos y con los demás. Adelante y que Dios les continúe bendiciendo.
Raúl Irigoyen
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