DÍA 1 DE FEBRERO
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BEATA VIRIDIANA DE ATTAVANTI. Nació en Castelfiorentino (Florencia) hacia 1180/82. Desde joven llamó la atención de sus paisanos por su piedad y sus virtudes humanas y cristianas. Peregrinó a Roma y a Santiago de Compostela. A su regreso, decidió vivir como reclusa. Le construyeron una celdita junto a una capilla de san Antonio abad, cerca del pueblo. Hizo voto de reclusión en la parroquia, vistió la túnica de penitente y, acompañada del clero y del pueblo, marchó a su choza, donde permaneció encerrada treinta cuatro años dedicada a la oración y la penitencia. Muchas personas acudían a ella en busca de consuelo o de consejo, y le llevaban alimentos, que luego ella distribuía a los pobres que la visitaban. Se dice que en 1221 san Francisco fue a visitarla y la admitió en su Tercera Orden. Murió en su pueblo natal el 1 de febrero de 1242.
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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
José y María estaban admirados por lo que se decía del Niño cuando lo presentaron en el Templo. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,33-35).
Orar con la Iglesia:
Adoremos a nuestro Salvador, luz que ilumina a todo hombre y le ofrece su salvación:
-Redentor nuestro, que eres la gloria de tu pueblo Israel, haz que tu Iglesia brille en todas las naciones.
-Jesús, deseado de todos los pueblos, a quien los ojos del justo Simeón vieron como Salvador, haz que tu salvación llegue a todos los hombres.
-Señor Jesús, en cuya presentación se anunció a María que compartiría tu pasión, fortalece a los que sufren tribulación por causa de tu nombre.
-Cristo, felicidad de los santos, muéstrate junto con tu Madre a quienes más necesiten de vuestro amor y consuelo.
Oración: Señor Jesucristo, enviado por tu Padre para compadecerte de nosotros, acoge las peticiones que te dirigimos confiados en la intercesión de tu Madre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.