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General: EVANGELIO DE HOY, 6 de FEBRERO DE 2012
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 06/02/2012 13:23
 
 
Lunes de la quinta semana del tiempo ordinario

Primer Libro de los Reyes 8,1-7.9-13.
Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión.
Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en el mes de Etaním - el séptimo mes - durante la Fiesta.
Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca,
y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas.
Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular.
Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa - el Santo de los santos - bajo las alas de los querubines.
Porque los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus andas.
En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb, había depositado allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto.
Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa del Señor,
de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la Casa.
Entonces Salomón dijo: "El Señor ha decidido habitar en la nube oscura.
Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde habitarás para siempre".

Salmo 132(131),6-7.8-10.
Sí, oímos hablar del Arca de Efratá,
y la encontramos en los campos de Jaar.
¡Entremos en su Morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies!

¡Levántate, Señor,
entra en el lugar de tu Reposo,
tú y tu Arca poderosa!
Que tus sacerdotes se revistan de justicia
y tus fieles griten de alegría.

Por amor a David, tu servidor,
no rechaces a tu Ungido.

Evangelio según San Marcos 6,53-56.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
  
 
 
 
 
 

Comentario: Fr. John GRIECO (Chicago, Estados Unidos)

«Cuantos la tocaron [la orla de su manto] quedaban salvados»

Hoy, en el Evangelio del día, vemos el magnífico "poder del contacto" con la persona de Nuestro Señor: «Colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados» (Mc 6,56). El más mínimo contacto físico puede obrar milagros para aquellos que se acercan a Cristo con fe. Su poder de curar desborda desde su corazón amoroso y se extiende incluso a sus vestidos. Ambos, su capacidad y su deseo pleno de curar, son abundantes y de fácil acceso.

Este pasaje puede ayudarnos a meditar cómo estamos recibiendo a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión. ¿Comulgamos con la fe de que este contacto con Cristo puede obrar milagros en nuestras vidas? Más que un simple tocar «la orla de su manto», nosotros recibimos realmente el Cuerpo de Cristo en nuestros cuerpos. Más que una simple curación de nuestras enfermedades físicas, la Comunión sana nuestras almas y les garantiza la participación en la propia vida de Dios. San Ignacio de Antioquía, así, consideraba a la Eucaristía como «la medicina de la inmortalidad y el antídoto para prevenirnos de la muerte, de modo que produce lo que eternamente nosotros debemos vivir en Jesucristo».

El aprovechamiento de esta "medicina de inmortalidad" consiste en ser curados de todo aquello que nos separa de Dios y de los demás. Ser curados por Cristo en la Eucaristía, por tanto, implica superar nuestro ensimismamiento. Tal como enseña Benedicto XVI, «Nutrirse de Cristo es el camino para no permanecer ajenos o indiferentes ante la suerte de los hermanos (…). Una espiritualidad eucarística, entonces, es un auténtico antídoto ante el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana, lleva al redescubrimiento de la gratuidad, de la centralidad de las relaciones, a partir de la familia, con particular atención en aliviar las heridas de aquellas desintegradas».

Igual que aquellos que fueron curados de sus enfermedades tocando sus vestidos, nosotros también podemos ser curados de nuestro egoísmo y de nuestro aislamiento de los demás mediante la recepción de Nuestro Señor con fe.

 
»¦«maiev25»¦«2008»¦«


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Fe Consuelo Enviado: 08/02/2012 20:29
 







 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
  
Gracias por compartir
feliz día
 
 
 
 
 

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