ALEGRÍA COMPARTIDA
¡Qué torpe, necio, mezquino y poco caritativo consigo mismo y con los demás es el envidioso! Uno tal, en lugar de sentirse bien porque a los otros les va bien, se entristece por el bienestar y logros de los demás y destila amargura y, en el peor de los casos, resentimiento y rabia
...pero hay un antídoto muy antiguo...se llama Alegría Compartida.
Es mucho más fácil, desde luego, de definir que de aplicar. Consiste en alegrarnos por el éxito, bienestar o gozo de nuestros semejantes.
Si todos los seres deseamos dicha y a ninguno nos gusta el sufrimiento, lo natural es alegrarse del bienestar de las otras criaturas. El que así lo hace, obtiene mucho más disfrute, porque se congratula por los propios éxitos y por los de los demás y queda libre de la atormentadora ponzoña de la envidia, de la cual jamás puede desprenderse nada que no sea nocivo para uno mismo y para los otros.
Si todos practicásemos la alegría compartida, también nuestra dicha y bienestar serian siempre motivo de alegría de los demás. Del mismo modo que cuando amamos a una persona, nos sentimos muy contentos cuando las cosas le van bien, así deberíamos sentirnos cuando a los otros las circunstancias les son favorables. Con la alegría compartida uno se siente pleno y satisfecho por la fortuna ajena. Es un sentimiento que nos complace y anima. Éste aliado nos ayuda también a respetar a los demás, a concederles su justo valor sin juicios falaces ni prejuicios, a no desearles nunca nada negativo y a regocijarnos con los golpes de suerte que la vida los depare.
Así como el envidioso se rebela y se resiente por la felicidad y la prosperidad de los otros, llega a detestarlos y se siente desgraciado y rabioso, la persona con alegría altruista está siempre libre de esa comezón de envidia que tanto corroe a los envidiosos y despierta en ellos los peores sentimientos.
Un pariente de la envidia es la avaricia, otro el menosprecio y el más peligroso de todos la ira que la envidia puede despertar en muchas personas y que, de haber ocasión para ello, se traduce en crueldad.
Por su parte, en cambio, la alegría compartida tiene magníficos y fieles parientes como la benevolencia, la generosidad, el desapego y el propio regocijo que se experimenta al dejar que la dicha de los otros sea un poderoso estímulo que despierta y acrecienta la propia.
La persona establecida en la alegría compartida es mucho más equilibrada y justa en sus juicios y consideraciones sobre los demás. No los subestima, no los desprecia o menosprecia, no recurre al cinismo o a la hipocresía cuando tiene que felicitar a los afortunados, no tiene que mentir para expresar lo que no siente y no se lamenta de continuo o se reconcome cuando a los otros les visita la fortuna o el bienestar.
Instalado en la actitud de la alegría compartida, uno es más sincero, espontáneo y pleno. Como otras zonas iluminadas de la mente, destellará a tantos más, cuando más superado esté el egocentrismo y, por tanto, la persona esté más abierta a los otros y sea capaz de identificarse con las necesidades ajenas.
Tu vida ganará en alegría al compartir la felicidad de todos como si fuera tuya. ¿No has observado nunca como cambian las facciones de las personas en los momentos de felicidad y brillan de alegría? ¿No has notado nunca cómo la alegría mueve a las personas hacia aspiraciones y actos más nobles, excediendo su capacidad normal? ¿No llena tu corazón de bonanza tal experiencia?
Está en tu mano aumentar esa experiencia de alegría altruista llevando la felicidad a los otros, proporcionándoles alegría y solaz.
Mostremos a los seres humanos la verdadera alegría porque muchos la ignoran y, aunque la vida está llena de aflicción, también posee manantiales de felicidad y júbilo desconocidos para la mayoría.
Enseñemos a los hombres a buscar y encontrar la verdadera alegría dentro de ellos mismos y a alegrarse con la dicha ajena.
Enseñémosles a elevar su gozo a las alturas más sublimes." (Nyanaponika Thera)
Ramiro Calle