El universo opera por medio de un intercambio dinámico.
Dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de energía en el universo
y si estamos dispuestos a dar aquello que buscamos, mantendremos
la abundancia del universo circulando en nuestra vida.
Nada es estático.
Nuestro cuerpo está en intercambio dinámico y constante
con el cuerpo del universo; nuestra mente mantiene una interacción dinámica
con la mente del cosmos; nuestra energía es una expresión de la energía del cosmos.
El flujo de la vida no es otra cosa que la interacción armonioso de todos
los elementos y las fuerzas que estructuran el campo de la existencia.
Esta armoniosa interacción de los elementos y las fuerzas de la vida
opera a través de la ley del dar.
Puesto que nuestro cuerpo, nuestra mente y el universo mantienen
un constante y dinámico intercambio, frenar la circulación de la energía
es como frenar el flujo sanguíneo.
Por ello debemos dar y recibir a fin de mantener la riqueza,
la abundancia, la prosperidad o cualquier cosa que
deseamos en la vida circulando permanentemente.
En toda semilla está la promesa de miles de bosques.
Pero la semilla no debe ser acaparada;
ella debe dar su inteligencia al suelo fértil.
A través de su acción de dar,
su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación material.
Cuanto más demos más recibiremos, porque mantendremos
la abundancia del universo circulando en nuestra vida.
En realidad, todo lo que tiene valor en la vida se multiplica
únicamente cuando es dado. Lo que no se multiplica a través del dar,
ni vale la pena darse, ni vale la pena recibirse.
Si al dar sentimos que hemos perdido algo,
el regalo no ha sido dado en realidad,
y entonces no generará abundancia.
Cuando damos a regañadientes, no hay energía detrás de nuestro acto de dar.
Al dar y al recibir, lo más importante es la intención.
La intención debe ser siempre crear felicidad para quien
da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y,
por tanto, genera abundancia. La retribución es directamente proporcional
a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón.
Por eso el acto de dar debe ser alegre, la actitud mental debe ser
tal que se sienta alegría en el acto mismo de dar. De esa manera,
la energía que hay en el acto de dar aumenta muchas veces más.
Si deseamos alegría, démosle alegría a los otros; si deseamos amor,
aprendamos a dar amor; si deseamos atención y aprecio,
aprendamos a prestar atención y a apreciar a los demás;
si deseamos riqueza material, ayudemos a otros a conseguir esa riqueza.
En realidad la manera más fácil de obtener lo que deseamos es ayudar
a los demás a conseguir lo que ellos desean. Si deseamos recibir el beneficio
de todas las cosas buenas de la vida, aprendamos a
desearle en silencio a todo el mundo todas las cosas buenas de la vida.
Incluso la sola idea de dar, el simple deseo,
o una sencilla oración, tienen el poder de afectar a los demás.
Esto se debe a que nuestro cuerpo, reducido a su estado esencial,
es un haz individual de energía e información en medio de un universo
de energía e información.
Somos haces individuales de conciencia en medio de un universo consciente.
La palabra «conciencia» implica mucho más que energía e información,
implica una energía y una información que viven en forma de pensamiento.
Por tanto, somos haces de pensamiento en medio de un universo pensante.
Y el pensamiento tiene el poder de transformar.
La vida es la danza eterna de la conciencia , que se manifiesta
como un intercambio dinámico de impulsos de inteligencia entre
el microcosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo humano y el cuerpo universal,
entre la mente humana y la mente cósmica.
Cuando aprendemos a dar aquello que buscamos,
activamos esa danza y su coreografía con un movimiento exquisito,
enérgico y vital, que constituye el palpitar eterno de la vida.
La mejor manera de hacerlo es tomando la decisión de que cada vez
que entremos en contacto con una persona, le daremos algo.
No es necesario que sean cosas materiales; podría ser una flor,
un cumplido o una oración. En realidad, las formas más poderosas de
dar no son materiales. Obsequios como interesarse, prestar atención,
dar afecto, aprecio y amor, son algunos de los más preciados que se pueden dar,
y no cuestan nada. Cuando nos encontremos con alguien, enviémosle
en silencio un buen deseo por su felicidad, alegría y bienestar.
Esta forma de generosidad silenciosa es muy poderosa.
Tomemos la decisión de dar en todo lugar a donde vayamos,
y a quien quiera que veamos.
Mientras estemos dando, estaremos recibiendo. Cuanto más demos,
más confianza tendremos en los efectos milagrosos de esta ley.
Y a medida que recibamos más, también aumentará nuestra capacidad de dar.
Nuestra verdadera naturaleza es de prosperidad y abundancia;
somos naturalmente prósperos porque la naturaleza provee a
todas la necesidades y deseos.
No nos falta nada porque nuestra naturaleza esencial es la potencialidad pura,
las posibilidades infinitas.
Por consiguiente, debemos saber que ya somos intrínsecamente ricos,
independientemente de cuánto dinero tengamos,
porque la fuente de toda riqueza es el campo de la potencialidad pura,
es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad,
incluyendo la alegría, el amor, la risa, la paz, la armonía y el conocimiento.
Si vamos en pos de estas cosas primero, no solamente para nosotros mismos,
sino para los demás, todo lo demás nos llegará espontáneamente.