Diosito lindo, Diosito de las pequeñas cosas,
te bendigo porque me hiciste tan chiquita y frágil,
tan pequeñita cosa, que casi sólo tus ojos me ven.
Soy feliz, Diosito, con este cuerpecito negro,
negro y sencillo. Fuiste grande al crearme.
Grande porque en lo pequeño está la grandeza del corazón.
Tu corazón, Diosito, es grande y hermoso, bello.
Me creaste hormiguita y nací en un hormiguero.
No soy yo sola, soy muchos, soy un caminito sin fin
de hormiguitas que no saben caminar solas.
Gracias, Diosito lindo, por hacerme comunidad;
gracias porque en mi fragilidad y sencillez
necesito de mis hermanas hormigas.
Gracias porque ellas necesitan de mí. Es bello así.
Sin que nadie se entere, en silencio, sobre el camino,
hago mi trabajo. Y busco un granito de trigo,
y llevo una hojita en mi baca levantada en alto.
Es mi orgullo, es mi tenacidad y constancia.
No, no es para mí, Diosito lindo. Tú lo sabes.
El hormiguero es nuestro y sus cosas nuestras.
Gracias porque me creaste para los otros.
Gracias porque me diste el sentido del grupo.
Solita me pierdo. Solita soy nada y dejo de ser yo.
Sabes, Diosito, ¡los humanos viven tan solos!
Anda, tú que eres bueno, susúrrales que se ayuden.
Emilio L. Mazariegos