BEATO AMADO RONCONI DE SALUDECIO. Nació de familia rica en Saludecio (Rímini, Italia) hacia 1225, y murió allí mismo a finales del siglo XIII o principios del XIV. Pronto quedó huérfano de padre y madre y pasó la juventud en casa de su hermano Giacomo. Decidido a vivir según el Evangelio, ingresó en la Tercera Orden de San Francisco y construyó con sus bienes en el Monte Orciale, cercano a Saludecio, una hospedería dedicada a la Natividad de Nuestra Señora, en la que acogía a pobres y peregrinos, a la vez que era generoso en dar limosna a los indigentes. Más tarde, en 1292, cedió el hospital a los benedictinos del monasterio de Conca de Rímini, dio sus haberes a los pobres y se retiró a llevar vida eremítica de rigurosa penitencia e intensa contemplación; la gente lo consideró como un loco. Hizo cuatro peregrinaciones a la tumba del apóstol Santiago de Compostela en España.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Epílogo de la carta a los Hebreos: «Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros lo que es de su agrado por medio de Jesucristo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Heb 13,20-21).
Orar con la Iglesia:
Oremos a Cristo que, resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
-Tú que eres la piedra desechada por los arquitectos, per convertida en piedra angular, conviértenos en piedras vivas de tu Iglesia.
-Tú que eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos, haz que la Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.
-Tú que eres el único esposo de la Iglesia, nacida de tu costado, haz que todos nosotros seamos testigos vivos de este misterio nupcial.
-Tú que eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora estás vivo por siempre, concédenos a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte a la gracia recibida.
Oración: Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo de la resurrección de Jesucristo, concede al débil rebaño de tu Hijo la fuerza del Espíritu para que llegue a compartir la victoria de su Pastor. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
* * *
|