REVESTÍOS LA CORAZA DE DIOS
PARA RESISTIR LAS ASECHANZAS DEL DEMONIO
Del tratado de santa Catalina de Bolonia,
«Las siete armas espirituales»
Quien sea de corazón tan grande y sensible como para abrazar voluntariamente la cruz de Jesucristo, nuestro Salvador, que murió en el combate por nuestra salvación, empiece por empuñar las armas necesarias para tal lucha, especialmente la diligencia, la propia desconfianza, la confianza en Dios, el recuerdo de la pasión, el pensamiento de la muerte, la memoria de la gloria divina, y, en séptimo y último lugar, la autoridad de la sagrada Escritura, a ejemplo de Cristo en el desierto.
El alma adornada con el anillo de la buena voluntad, es decir, con el amor de Dios, si desea servirle en espíritu y en verdad, corrija su conducta, haciendo, lo primero, una confesión limpia e íntegra de todos sus pecados, con el firme propósito de no ofender gravemente a Dios en el futuro, prefiriendo mil veces la muerte, si ello fuera posible. En efecto, quien se halla en pecado mortal deja de ser miembro de Cristo para serlo del diablo; queda privado del fruto de las buenas obras de la Madre Iglesia, y sus actos no son meritorios para la vida eterna.
Es necesario por eso para el fiel servicio de Dios, como dijimos antes, permanecer firmes en el propósito de evitar todo pecado grave. Bien entendido, sin embargo, que, si recayeras en pecado mortal, nunca desesperes de la bondad misericordiosa de Dios, ejercitándote al mismo tiempo en buenas obras, sin desfallecer, para atraerte el perdón de tus faltas. Prosigue, pues, con plena confianza en el recto proceder, según tu condición y en todas las circunstancias de la vida.
El siervo fiel de Cristo debe, además, abrazar la cruz y caminar con ella; porque los servidores de Dios han de luchar contra sus enemigos y estar dispuestos a recibir de ellos muchos y rudos golpes. Hay, pues, que proveerse de las mejores armas, para triunfar de ellos.
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