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SAN JUAN BAUTISTA DE ROSSI. Nació en Voltaggio, provincia de Génova (Italia), el año 1698. A los trece años, huérfano de padre, se trasladó a Roma, a casa de un tío suyo sacerdote. Para dar cauce a la vocación sacerdotal que sentía desde pequeño, estudió en el Colegio Romano de los Jesuitas, y en 1721 se ordenó de sacerdote. En el tiempo de estudiante sufrió los primeros ataques de epilepsia, que lo atormentarían toda su vida. Ya presbítero, se entregó con mayor entusiasmo al apostolado que había iniciado con anterioridad entre los estudiantes, los pobres y los marginados, los enfermos y los niños abandonados, a todos los cuales aliviaba y evangelizaba. Al mismo tiempo atendía el confesonario y era un excelente director espiritual. En línea con su empeño pastoral y caritativo fundó la Pía Unión de sacerdotes seculares de Santa Galla, tomando el nombre del Hospital u hospicio de Pobres del que era capellán. Fundó también un hospicio para mujeres sin casa y desamparadas. En los últimos meses de su vida, se agravó la epilepsia y le hizo pasar un calvario. Murió en Roma el 23 de mayo de 1764.
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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,9-11).
Orar con la Iglesia:
Oremos a Dios Padre, confiando en Jesucristo, mediador nuestro, y dejándonos guiar por el Espíritu, nuestro maestro.
-Para que la Iglesia permanezca humilde, como María, a la escucha del Espíritu y atenta a los signos de los tiempos.
-Para que los pastores de la Iglesia, dóciles al Espíritu, abran caminos a la palabra de Dios y al Evangelio en el mundo de hoy.
-Para que trabajemos por la paz en nuestra sociedad, procurando el diálogo, el respeto mutuo, la reconciliación.
-El Señor permanece a nuestro lado, según su promesa. Oremos para que, celebrando la Eucaristía y guardando su palabra, no tiemble ni se acobarde nuestro corazón.
Oración: Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, tu Hijo, que se ha quedado con nosotros para siempre y hace suya nuestra plegaria. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.