Escucho desde mi corazón.
Confío en mis oídos para oír,
mas confío en mi corazón para escuchar.
Cuando alguien me habla, no sólo oigo las palabras,
sino que escucho verdaderamente lo que la persona
dice y estoy atento a los sentimientos que expresa.
Soy un oyente activo y afable,
pidiendo clarificación para comprender mejor.
Lo hago de esta manera porque sé lo que significa ser escuchado.
También escucho con el corazón los mensajes
del espíritu crístico en mí.
Aquieto mis pensamientos y espero en el templo del silencio
sagrado por el silbo apacible y delicado.
Mi guía y ayuda pueden provenir por medio de palabras,
sentimientos, o como una certeza inequívoca.
Si necesito confirmación o clarificación,
pido y escucho, sabiendo que recibiré.
Y todo el pueblo acudía a él por la mañana para oírlo en el templo.
—Lucas 21:38--