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SAN BERNARDINO REALINO. Nació en Carpi, provincia de Módena (Italia), el año 1630, en el seno de una familia acomodada. Estudió primero en su casa, y luego en Módena y Bolonia, donde sacó el doctorado en ambos derechos. Ejerció diversos cargos en la administración civil. El fallecimiento de su prometida le provocó una crisis sobre su vocación. Se trasladó a Nápoles, como lugarteniente del virrey, y allí conoció a los jesuitas. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1564 y en 1567 recibió la ordenación sacerdotal. Estuvo trabajando en un colegio de Nápoles hasta que en 1574 lo destinaron a Lecce, donde pasó el resto de su vida. Realizó una muy grande labor apostólica en la ciudad como predicador, confesor y director de las congregaciones marianas, y atrajo a multitud de personas a la vida cristiana. Fue ilustre por su caridad y su benignidad; había despreciado los honores del mundo y se entregó al cuidado pastoral de los presos y de los enfermos, y al ministerio de la palabra y del sacramento de la penitencia. Murió el 2 de julio de 1616.
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PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
«¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: "Id en paz, abrigaos y saciaos", pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro» (Sant 2,14-17).
Orar con la Iglesia:
Demos gracias a Dios Padre que, por la acción de su Espíritu, purifica nuestros corazones y los llena de su amor, y digámosle: Derrama sobre nosotros tu Espíritu.
-Concédenos, Señor, el espíritu de fe y de acción de gracias, para recibir siempre con gozo lo bueno y soportar con paciencia lo adverso.
-Haz que practiquemos la caridad no únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria.
-Concédenos vivir con austeridad cristiana y compartir nuestro pan con los hambrientos.
-Danos llevar en nuestro cuerpo la muerte de tu Hijo, para que, como dice san Pablo, sea Cristo quien viva en nosotros.
Oración: Padre nuestro, que premias a los justos y perdonas a los pecadores que hacen penitencia, danos, por la humilde confesión de nuestras culpas, tu paz y tu perdón. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.