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SAN ENRIQUE II EMPERADOR. Nació en Hildesheim, Baviera, el año 973 y recibió, sobre todo en monasterios, una educación religiosa esmerada. Sucedió con 22 años a su padre en el gobierno del ducado bávaro y, tras la muerte de Otón III, fue elegido para sucederle en el trono imperial germánico. El año 1002 fue coronado en Aquisgrán como rey de los romanos, y el año 1024 Benedicto VIII lo coronó emperador en Roma. Contrajo matrimonio con Santa Cunegunda. En el trono supo ser un cristiano convencido y consecuente, que puso su poder al servicio del bien común de su pueblo. Rehuía el uso de las armas, y sólo recurría a ellas en casos extremos. Se distinguió por su interés en la reforma de la vida de la Iglesia y en su mejor organización, y por la promoción de la actividad misionera. Protegió a la Orden Benedictina y en general la vida religiosa. Fundó varios obispados y dotó monasterios. Murió en Grona (Gotinga) el 13 de julio de 1024.
-Oración:Oh Dios, que has llevado a san Enrique, movido por la generosidad de tu gracia, a la contemplación de las cosas eternas desde las preocupaciones del gobierno temporal, concédenos, por sus ruegos, caminar hacia ti con sencillez de corazón en medio de las vicisitudes de este mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
«Bendice, alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Como se levante el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre los que le temen; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos» (Salmo 102).
Orar con la Iglesia:
Adoremos a Cristo, que salvó al mundo con su cruz, y supliquémosle diciendo: Concédenos, Señor, tu misericordia.
-Oh Cristo, que con tu claridad eres nuestro sol y nuestro día, haz que desaparezca de nosotros todo sentimiento malo.
-Vela, Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras, a fin de que nuestra vida y nuestras acciones sean de tu agrado.
-Aparta de nuestros pecados tu vista y borra en nosotros toda culpa, ya que, con el corazón contrito y humillado, imploramos tu clemencia.
-Por tu cruz y tu resurrección, llénanos del gozo del Espíritu Santo.
Oración: Oh Señor, que has iluminado las tinieblas de nuestro corazón con la luz de tu Palabra: acrecienta en nosotros tu presencia y afianza el ardor de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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