Qué decisiones tomemos o cómo nos comportemos.
Hagamos lo que hagamos con nuestra vida,
siempre tendremos admiradores,
detractores y gente a quien resultemos indiferentes.
Pero entonces,
si nuestras relaciones se sustentan
sobre este juego de espejos y proyecciones,
¿por qué fingimos?
Seguramente por nuestra falta de confianza y autoestima.

Para cultivar una sana relación de amistad con nosotros mismos,
lo único que necesitamos es modificar la manera
en la que nos comunicamos con
nosotros a través de nuestros pensamientos.
Solo así podremos aceptarnos, respetarnos y
amarnos por el ser humano que somos, con nuestras cualidades,
virtudes, defectos y debilidades.
Lo demás son comentarios, ruido que hace la gente
para no escuchar su propio vacío.
Lo que está en juego es nuestra libertad para ser
“auténticos”;
convertirnos en quienes verdaderamente somos,
siguiendo los dictados de nuestra propia voz interior.
Eso sí,
debido a las múltiples capas de cebolla con
las que hemos sido condicionados,
hoy día ser uno mismo es un acto revolucionario.
Borja Vilaseca